domingo, 31 de octubre de 2010

DEMOLIENDO LA TEORÍA DEL BIG BANG (Parte 5 de 5)

TEORÍA DE HIDROGÉNESIS PERMANENTE,
GLOBULAR O ACUMULATIVA

ANTIMATERIA

Una de las especulaciones más atractivas que presenta hoy la física es la de la antimateria.

Poco se sabe a nivel práctico de esta manifestación de la naturaleza debido a la tremenda inestabilidad que presenta en condiciones mínimamente observables de laboratorio, por lo que debemos conformarnos de momento, con conocerla de manera somera y teórica.

Los que no tenemos a mano un acelerador de partículas deberíamos conformarnos, ya no con la certeza de que existe, sino con la posibilidad de que pueda existir, pero yo me fío de los alquimistas operativos del siglo XXI cuando en su búsqueda del gravitrón encuentran cada día una subpartícula nueva, y afirman encontrarse con el problema y la solución de la antimateria cotidianamente durante espacios muy breves de tiempo.

Y ciertamente, aunque tampoco desarrollemos ecuaciones como las de Gamow o las de Hoyle, aunque sólo sepamos contar con los dedos comparado con el álgebra y el cálculo de los físicos teóricos, las pocas cuentas que podemos ofrecer nos cuadran, y la antimateria está ahí, y además es mucha, siendo la responsable, o más bien el paso previo, para el desmenuzamiento de los átomos más pesados pensables, directamente en subpartículas de tipo quark y fotones, como si los primeros fueran metafóricamente la grava producida por el desbaste de una enorme montaña de roca, y los segundos un polvillo fino que a modo mortero, hará que se fragüen seguidamente los bloques más elementales del universo material, los átomos de hidrógeno.

Para comprender esto basta con saber contar con los dedos y abrir un poco la mente a lo que es infinito, simple y preciso, sin recurrir a ningún tipo de milagro.

Desconozco si la obtención de antimateria en laboratorio describe un procedimiento sistemático o bien surge de manera espontánea e impredecible, pero a cerca de la antimateria natural, la que se encuentra por todo el universo masiva y discretamente escondida bajo la oscuridad de los agujeros negros, creo que nos permitirá describir el ciclo de la materia, la línea generatriz de la materia y la energía, generatriz y también destructiva, una línea que se manifiesta por todas partes en el universo, prácticamente allá donde se localice una galaxia.

Es una línea, un proceso, una ruta sobre la cual discurren los vectores de la creación y la destrucción cíclicamente, sin un origen ni un final, una ruta ovoide como las órbitas y las cuerdas que se describen en el macrocosmos y en el microcosmos de un universo netamente estacionario cubriendo la totalidad de un devenir parcial constante, donde el orden y el caos conviven en sagrada armonía, donde no cabe la irreflexión de la fe ni la metafísica, donde caben muchas más dimensiones de las que llamamos realidad, pero no milagros ni creadores. La luz que nos llega del universo no es de esta manera el ruido del radiotelescopio auricular de Bell, sino música celestial.


EL CICLO DE LA MATERIA

Vamos a ver si puedo explicar este proceso complejo de manera que hasta los niños lo entiendan.

No pretenderé adjudicarme la autoría de las conclusiones que expondré aquí aunque hayan surgido de manera más o menos espontánea en alguna de mis inquietas noches de insomnio, pues el tema de las autorías siempre trae polémica, pero si la vida ha surgido por todos los rincones del universo sin desbaratar la teoría de la probabilidad, cabe esperar que estas ideas hayan surgido igualmente en cualquier mente de los miles de espectadores de las estrellas en cualquier mágica noche de verano, con quienes nunca pelearé porque las ideas no son de nadie, nos guste o no las ideas son de la especie.

Creo que el secreto de la creación de la materia reside en el corazón de los agujros negros. La existencia de los agujeros negros es un hecho indiscutible al día de hoy, cuando alguien lo duda le suelo decir, uno estornuda aunque no haya visto nunca un virus de la gripe, y ha matado a muchos. Tenemos otros sentidos.

Los agujeros negros son lugares tan extremadamente calientes que aunque parezca paradójico, alcanzan el frío absoluto, no ese frío que se puede encontrar en el espacio interestelar, sino aquel casi imposible de imaginar en el que las subpartículas más elementales no se mueven por falta de espacio, es decir, de puro calientes son extremadamente fríos.

Son lugares tan brutalmente densos que producen una gravedad tal que incluso los fotones, cuya masa es infima quedan atrapados bajo el influjo de su campo, es decir, no podemos ver un agujero negro porque ni siquiera la luz (en principio) debería escapar a su incalculable atracción para quedar atrapada en ellos, de ahí su supuesta negrura y su supuesto aspecto como de agujero. Aunque, como luego veremos esto no es del todo cierto, pues escapa materia en forma de energía, más concretamente en forma de quarks y de luz negra.

Hay contemplar las ecuaciones en sentido inverso, una gravedad semejante sólo puede ser causada por una densidad de materia que genere unas condiciones de presión y temperatura bajo las cuales la materia ya no puede ser materia, es otra cosa.

En el corazón de un agujero negro ya no se puede hablar de electrones y núcleos fusionándose, pues las distancias entre partículas atómicas ya no existen, y por tanto tampoco se puede hablar de partículas subatómicas, pues su gravitación nuclear ha cesado.

En lo más profundo de un agujero negro todo fluye en una especie de magma homogéneo donde las únicas cuerdas posibles son descritas por fotones en un margen muy estrecho, entrando y saliendo de los campos de los quarks, que podríamos imaginarlos como pedacitos muy pequeños de neutrones y protones, mucho más pequeños que los propios electrones, que también igualmente se han pulverizado en cuantums muy pequeños.

En este estado ya no se puede hablar ni de temperatura pues ya todo ha dejado de vibrar, ya no hay espacio para hacerlo, todo el conjunto se ha convertido en un bloque inimaginablemente compacto y denso donde ya nada se mueve, a excepción de los fotones que lo hacen en un margen muy estrecho, como engrasando la fina brecha que existe entre un quark y su contiguo, sin poder escapar de dicha brecha porque tropezaría con otro fotón y tendrían que solaparse.

En este punto crítico donde no hay margen para ningún movimiento un incremento de presión haría saltar los neutrones, y de hecho así son expulsados del agujero negro, como cuando se pisa una pepita de aceituna que sale disparada, por el camino de menor resistencia, que es exactamente el eje magnético del agujero negro.

Temperatura es vibración, o mejor dicho, frecuencia. Si acortamos la cuerda de un péndulo en movimiento éste aumenta su frecuencia de vibración, aumenta su temperatura, pero si se tensa demasiado se para, pasa de la frecuencia máxima al no movimiento, al cero absoluto.

En el interior de un agujero negro las partículas, mejor llamadas cuerdas, se tensan tanto que dejan de moverse justo antes de ser disparadas hacia el vacío, del lleno absoluto al vacío absoluto, del calor absoluto al frío absoluto.

Si pudieramos compactar toda una galaxia y extraer todo su espacio, quedaría reducida a un volumen del orden del de nuestro planeta.

Si un gigante árbol de cinco mil años como el Tule de Oaxaca que plantó el primer inmigrante olmeca, lo compactáramos de tal manera que extrajésemos sólo su espacio molecular, no el espacio subatómico, hasta convertirlo en un precioso diamante como un puño, en este puño se podría meter toda la tierra si le pudiésemos extraer todo su espacio, tanto el espacio molecular como el subatómico (estaríamos hablando de una reducción del diámetro de orden de un 1 seguido de 20 ceros).


FASES DE LA DECADENCIA DE LA MATERIA

Pero antes de explicar cómo escapa algo de allí y da origen al hidrógeno que se materializa espontáneamente en ciertas regiones del universo, tratemos de imaginar un agujero negro no como agujero, sino como la mayoría de objetos astronómicos de cierta envergadura: esféricos y con diversas capas separadas por discontinuidades que obedezcan a los diferentes umbrales o etapas de desmaterialización de los átomos, lo que podríamos calificar como implementación de la vieja fórmula de Einstein E = mCC.

Tampoco deberíamos imaginarlos negros pues la envoltura brillante de grandes estrellas que se apilan en torno a los agujeros negros, y que conforman el núcleo de las galaxias, podría considerarse la primera etapa o capa de estos bigbangs permanentes que se producen en cada galaxia.

En esta primera etapa se encuentran estrellas de envergadura suficiente como para formar por fusión los átomos más pesados de la tabla periódica, son estrellas que se expanden y se colapsan, estrellas que mueren poco a poco y que estallan estrepitosamente reanudando la circulación de los átomos más pesados por todo el universo. Todo ello es brillante, muy brillante y muy caliente.

En una segunda capa, una capa más interna, se produce un incremento de densidad cuyas consecuencias sobre la materia son una incógnita, aunque conocemos los resultados finales. Y sabemos que el modelo atómico estándar se viene abajo, el modelo de Rutherford ya no sirve para describir este estado.

Los núcleos atómicos aquí son todos muy pesados, son núcleos mucho más pesados que los que se enmarcan en la tabla periódica incluyendo los sintéticos. Son núcleos que comienzan a amalgamarse con números atómicos muy elevados e imprecisos, saltando sus protones de un núcleo a otro en un continuo baile de fusión y fisión que se va incrementando con la profundidad y con las consecuentes presiones producidas por una gravedad insoportable. Este tipo de elementos gigantes no se encuentran en la naturaleza porque no son capaces de formarse en supernovas, y por tanto, de haber llegado hasta nosotros, por ejemplo, a través de meteoritos.

En una tercera capa los electrones chocan entre sí y se apelotonan frente a los núcleos en un camino irreversible hacia su deglución. Los más internos ya comienzan a fusionarse con protones neutralizando su carga, es decir, convirtiéndolos en neutrones, y un torrente de fotones y subpartículas salen despedidos y sus cuerdas se aceleran, se acelera todo el conjunto en torno a cada núcleo por motivo de su proximidad, impidiendo una mayor compresión del mismo y el colapso de los restantes electrones aún no absorbidos y engullidos en los núcleos.

En este estado no se podría diferenciar la materia de la antimateria pues hay gran cantidad de protones en tránsito de un núcleo a otro, y orbitando en torno a varios núcleos hasta encontrar uno dispuesto a encajarlo en sus entrañas. Igualmente los electrones que son engullidos en los núcleos desfilan u orbitan entre los protones hasta que uno de ellos es lo suficientemente débil como para aceptarlo en su seno después de expulsar fracciones de su masa como consecuencia del impacto, para renacer como neutrón, o al menos más neutro que sin la llegada del "antielectrón".

A mayor profundidad, en una cuarta capa, los electrones ya se han vencido y fusionado en los núcleos, además la mayor parte del espacio subatómico ha desaparecido comprimiendo los núcleos de tal manera que ahora transcurren en un magma de protones y neutrones cuyas fronteras nucleares se van disipando hasta desaparecer.

Pero no sólo las fronteras nucleares han desaparecido, también las fronteras protónicas y neutrónicas comienzan a desfallecer discurriendo sus constituyentes inmediatos, los quarks, cada vez más acelerados y más próximos pero aún describiendo cierto movimiento aunque tremendamente limitado, gracias a la sopa de fotones en la que se encuentran nadando.

En estas circunstancias de presiones máximas donde se produce la compactación subatómica y después la compactación de las partículas nucleares, el fenómeno de la temperatura describe un flanco de bajada, es decir, las subpartículas se frenan tanto, que dejan de moverse.

En los primeros aumentos de presión con valores como los que se dan en las estrellas como el sol y las más grandes como las gigantes rojas, de produce un incremento de las frecuencias orbitales de las partículas para equilibrar su nuevo potencial debido a la mayor proximidad entre sí. Es lo que llamamos incremento de temperatura debido a la presión.

Pero en el núcleo de los agujeros negros el efecto de la aproximación entre partículas es tan potente que escasea el espacio en el que moverse, las cuerdas se van haciendo puntuales.

En la quinta y última capa desaparece el poco espacio subatómico y también la poca movilidad que les quedaba a dichas subpartículas, un fenómeno que si se pudiera medir en términos de temperatura sería percibido como una drástica disminución de la misma hasta el más absoluto de los ceros.

Es el momento en el que las cuerdas subprotónitas de los quarks ya no se tensan más y se convierten en puntuales, y no se pueden acercar más, por mucho que aunque aumente la presión.

Ese núcleo del agujero negro podríamos llamarlo "estrella de fotones" y la gravedad que describe, si se pudiera medir, daría valoastronómicos, muy superiores a los de la fuerza nuclear fuerte a escala subatómica. En la física tradicional la materia compacta no existe, y tal vez los agujeros negros entren en el ámbito de lo metafísico, porque en estos lugares sí existe.

Muchos de ustedes ya sabrán que la gravedad se describe como una curvatura en el tejido espacial en la que los cuerpos que atraviesan la zona de su influjo o campo, quedan atrapados orbitando en la distancia de equilibrio entre el vector atracción de la gravedad y el vector repulsión de la fuerza inercial centrífuga.

Hablando de campos, podríamos describir de manera sencilla el campo magnético de un cuerpo estelar como un efecto fantasma sobre el espacio que ocuparía la materia de ese cuerpo estelar si no se hallara compactada por la gravedad, y sólo muestra polaridad este campo cuando se produce un movimiento rotativo, dado que precisamente se alinean los polos sobre este eje de rotación.

En el núcleo de un agujero negro la gravedad es tan inmensa, que el efecto de deformación del tejido espacial es tan profundo que el efecto de esa curvatura se alarga perpendicularmente en las direcciones de ambos polos, consiguiendo rasgar el red espacial debido a la concavidad de las asíntotas resultantes, que termina formando esas especies de embudos que inspiraron su nombre de agujero.

Podríamos decir que en ambos polos del agujero negro el tejido espacial se rompe y emergen por ahí, como si se tratara presión de una olla express o de una tetera, que tuviera una salida o una válvula a cada lado.

El material que sale por estas bocas se dispersa por toda la galaxia que circunda al agujero negro siguiendo las trayectorias propias de su campo magnético.

Este material consiste principalmente en fotones de grano grueso, de baja velocidad, no es visible o sólo se hace sensible una parte como una débil luz rojiza similar a la que se observa en los confines del universo observable.

Los fotones más gruesos no escapan hacia el espacio en derredor de la galaxia y se podrían clasificar en varios tipos de partículas inferiores al espectro quark, pero lo que nos interesa es que son tan gruesos que en cuanto se alejan del eje magnético y curvan su trayectoria debido al influjo de la gravedad más exterior y leve de la galaxia comienzan a reagruparse y condensarse en partículas más estables como los quarks más grandes, y empiezan a emplear ese influjo gravitatorio en alargar sus cuerdas de nuevo, comienza digamos la resurrección de la materia y la interacción de partículas entre sí para aproximarse y formar nuevos protones, que pronto serán nuevos hidrógenos.

Los aledaños de las galaxias son las zonas del universo donde mucho antes de que se ideara la descabellada y esperpéntica teoría del bigbang, se pensaba que surgía espontáneamente el hidrógeno, como de la nada, e incluso se estimaba que en estas regiones azules se generaba hidrógeno en cantidades del orden de un átomo por kilómetro cúbico de espacio.

Eso de las estimaciones son siempre una lotería que hace de los físicos unos ludópatas incorregibles. De echo emitir una teoría no deja de ser una apuesta arriesgada, pero según mis cálculos de andar por casa yo me lo jugaría todo a una carta contra el big bang de Gamow y a pesar de Hawking. El tiempo nos dará la respuesta.

Yo no me atrevo a estimar en que proporción se genera el hidrógeno en los márgenes de las galaxias, aunque supongo que ha de ser una permita su condensación, que permita de algún modo la interacción gravitacional para que puedan acercarse, por lo que un milímetro cúbico por átomo de hidrógeno me parecería mucho. Pero lo que me parece indiscutible es que este fenómeno se produce, y se producía igualmente incluso cuando no teníamos una explicación física que ofrecer al mundo porque se ha producido siempre, y es que hemos de aprender a ser humildes y reconocer nuestras carencias y nuestras faltas de respuesta para los principales interrogantes de la existencia.

Yo les ofrezco la explicación que tanto demandaban los creacionistas que le ponen una edad al universo, pero podríamos estar igual de contentos sin ella, pues parafraseando a Ortega y Gasset, "los ojos no son ojos porque tú los veas, sino porque te ven".

Pero como seguirán dando guerra con lo de la luz rojilla, con el supuesto ruido del universo, y como seguirán interpretándolo como la prueba irrevocable del bigbang, me permitiré después de tanta charla, dejar un par de pinceladas.


EL ABSURDO DE UNA VELOCIDAD DE LA LUZ ÚNICA

Es este tipo de luz el que hace pensar a los analistas de las observaciones de radiotelescopios como el cuerno de Bell, que el universo se expande porque la luz que nos llega de los confines del universo parece indicar que todo se aleja a gran velocidad, velocidad que va en aumento en función de la distancia.

Sin embargo, ni el universo se expande ni indica eso el ruido que se recoge con las superorejas mecánicas. Además, si el análisis no estuviera sesgado por unos prejuicios dogmáticos que impelen únicamente a certificar unas creencias a través de las observaciones, tal vez no nos mostrarían un universo tan ruidoso y caótico, sino una sinfonía "casi perfecta".

¿Cómo pueden pretender que la luz que ha viajado durante miles de millones de años nos llegue tan inalterada como sus propios prejuicios?

¿Cómo pueden pretender siquiera que todos los fotones sean iguales, que todos los flujos de energía electromagnética correspondan proporcionalmente a una escala de velocidades lineales fija e inmutable, si ni siquiera hay forma de medirla por otro medio que no sean estimaciones matemáticas más o menos felices?

Nos han inferido que la velocidad de la luz es 300.000.000 kms por segundo, y si se detecta un flujo electromagnético de una velocidad de 200.000.000 km/s ¿implica necesariamente que la fuente de ese flujo se aleja a 100.000.000 km/s? ¡Qúe desfachatez!

Esta cuenta de la vieja ya no sirve, ya se ha comprobado que la luz se ve afectada por campos gravitatorios, por ejemplo, por lo que es virtualmente imposible que nos llegue desde los confines de lo observable intacta, como en el momento que salió de su fuente. Materialmente ya se ha comprobado el influjo de ciertos campos sobre focos de luz más o menos cercanos, por lo que pretender que llegue intacta desde los confines del universo observable es absurdo.

¿Hay algo que permanezca eternamente imperturbable que no sea el propio universo en sí mismo? Que nos lo digan. La luz, cualquier partícula electromagnética, se resiente, se degrada, pierde fuerza como consecuencia de su viaje. Por lo que la parte del espectro que se denomina infrarrojos, no necesariamente se corresponde a una fuente que se aleja sino al efecto de la distancia. Es más, las fuentes de luz que nos llegan por motivo de su alejamiento dentro del espectro de los infrarrojos, son las que menos y a mi juicio, raras excepciones, por lo que el universo es aún mucho más estacionario de lo que suponen los que apuestan por este modelo en lugar del de un universo en expansión.

Además, apelando a la lógica más elemental, si todo en nuestro alrededor se aleja de nosotros, implicaría que el bigbang sucedió aquí mismo, que somos el centro del universo, el centro de la creación y el ojito derecho del creador.

Este supuesto nos devuelve al punto de partida cuando sosteníamos una manzana y nos preguntábamos ¿ciencia o paciencia?, al pecado original de la curiosidad y al medieval de que la ciencia es obra del maligno y la tierra plana... Así reduciríamos el problema existencial de docenas de dimensiones, que son tan complejas de demostrar matemáticamente, a tan sólo dos evidentes y patentadas, la tierra y el cielo, y ya no necesitaría la física más subvenciones, las cedería fervorosamente a la iglesia que es la que mejor entiende la vía ascética.

En la escuela nos repiten el dato de la velocidad de la luz como un dogma incuestionable. Nos han dicho que todos los electrones son iguales, que todos los protones son iguales, los neutrones son iguales, los átomos de un mismo elemento son iguales, etc, etc, etc. En nuestra excluyente forma de interpretar el universo tendemos a generalizar hasta lo inaceptable y a hacer de ciertos supuestos “útiles”, dogmas de fe.

¿Nunca os habéis preguntado si entre el flujo de electrones que nos suministra cotidianamente una compañía que obtiene la electricidad de una central nuclear, no se cuela algún neutrón capaz de traspasar los aislantes, los electrodomésticos y los tejidos vivos? Pues preguntar es gratis.

No es momento ahora de especular sobre la cualidades de la energía nuclear, es posible que las ingenuas ondas de radio y microondas que empleamos para la telefonía móvil manifieste más patologías que la fisión con fines energéticos. Lo que importa de la reflexión anterior es que lo importante es preguntarse y saber que detrás de cada respuesta siempre, siempre, hay algo más, aunque el adverbio "siempre" tiende al error o a inexactitudes casi de manera intrínseca.

Sin embargo, no hay dos átomos del mismo elemento iguales como no hay dos sistemas solares iguales. No hay dos electrones iguales, como no hay dos planetas iguales. No hay ni siquiera dos fotones iguales, como no hay dos asteroides iguales. No hay dos núcleos iguales como tampoco hay dos estrellas iguales, ni dos galaxias iguales como tampoco hay dos granos iguales de arena. Y si los hay es que no los hemos observado con el suficiente detenimiento.

La materia y la energía, que son lo mismo expresado en dimensiones cuánticas cuando las partículas no son perceptibles, aunque presenta saltos en su comportamiento que nos sirven para clasificar y comprender algunos fenómenos de la naturaleza, sus causas y efectos, son en realidad un continuo de variabilidad, y además un continuo que se ve alterado por el mero hecho de ser observado.

El sesgo del observador es tan evidente en la teoría del bigbang que la síntesis del todo en la nada más arbitraria y casual, pasa de hecho desapercibida entre la interminable lista de conclusiones y consecuencias que acarrea.

La observación es un delgado bisturí que secciona y analiza, la síntesis es un producto de la deducción, la reflexión pura, y la reducción al absurdo el camino más corto para demostrar la negación de algo, pero no así se puede demostrar algo a través de la ausencia de su negación, como ha pretendido siempre George Gamow y sus teólogos seguidores.

Nunca podremos ver un fotón pues cualquier objeto es visible debido al rebote de un flujo de éstos mismos, pero sí que podremos movernos a velocidades próximas a las de la luz cuando fabriquemos vehículos con una carrocería de frecuencia molecular fotónica y naturaleza antimaterial.

Suena un poco a bobada ahora que nos hallamos a las puertas de la búsqueda del gravitrón (falacia si no se trata en sentido cuántico), pero con antimateria estable aplicada tan sólo como una mano de pintura sobre una nave, la haría deslizarse por los pliegues del espacio como un surfista por las olas del mar, y en su interior no se sentirían los efectos de ninguna aceleración. Otras civilizaciones evidentemente ya lo dominan.

Volviendo a la nuestra, si es que puede calificarse de civilización, y al problema de la frecuencia electromagnética, cuando llega a nosotros la luz que ha estado viajando millones de años, llega exhausta, ha atravesado tantas perturbaciones y refracciones que ya no es ni la sombra de lo que era, por mucho que la concentremos y ampliemos con los mejores telescopios.

Esta luz llega como muerta, cansada, deteriorada de tal manera que se ha supuesto y generalizado, en base al espectro electromagnético conocido, que su calidad es consecuencia del movimiento de la fuente, y por ello se ha pensado erróneamente que el universo se expande frenéticamente, aunque el dato de que esto se produce en todas direcciones suele omitirse por falsa humildad.


EL DEMIURGO

Es cierto que el universo se expande, pero en otro orden de apreciación. El universo se expande en la misma medida que se contrae y siguiendo las leyes de dinámica de fluidos. Por lo que el resultado neto es nulo.

Esta falsa creencia de que el universo se expande sin más, es consecuencia lógica que de una interpretación del ruido rojillo del universo típica de los seres finitos y efímeros como nosotros, incapaces de imaginar lo infinito aunque nos esté meciendo cada uno de los días de nuestra existencia. Somos incapaces de imaginar lo infinito y lo atemporal o eterno, aunque la mayoría de seres humanos creen que adoran algo así.

Se da la paradójica situación de que los creacionistas plantearon la teoría del bigbang para dotar al universo de una causalidad, de un demiurgo, y con ello, sin darse cuenta han atentado contra la única perspectiva que teníamos de lo infinito, lo eterno y lo inmutable: el universo.

Y por inventar un ser único, omnipotente y omnipresente diferente del universo, capaz de hacer surgir el orden en medio del caos para perpetuar el fenómeno biológico, como lo hace el propio universo, y de introducir pequeñas imperfecciones en las que el orden absoluto pueda apoyar su crecimiento cristalino hacia la perfección, lo que han hecho realmente ha sido intentar desacreditar la única ley o calidad que posee tales atributos: la naturaleza.

Nuestras religiones adoran seres imaginarios finitos creados a imagen y semejanza de sus intereses, suplantando a las cualidades de la naturaleza por otras que en el mejor de los casos sólo son su reflejo descolorido, y casi siempre su antítesis, mientras se apuran en acusarnos de adoración de ídolos a los que observamos cualquier cualidad del la naturaleza. De esta manera su falange científica ha pretendido llegar a las mismas conclusiones cosmogónicas que los libros sagrados del monoteísmo, para lo cual le han puesto edad a lo eterno y tamaño a lo infinito, un ciclo de vida a lo imperecedero, una creación a lo increado.

Por el temor de vernos a nosotros mismos tan minúsculos y efímeros en un apartado rincón de una inmensidad que no cabe en nuestras mentes, parciales, analíticas y finitas, apartados como cumpliendo algún tipo de condena donde sólo podamos destruirnos a nosotros mismos, hemos encerrado lo impensable en una caja de zapatos de 14.000.000.000 de años. Si alguna religión adorase a algo realmente infinito adoraría al universo, un universo tan estacionario como lo planteaba Rutherford, con ciertas regiones en ebullición constante y absoluta, pero global y netamente inmutable, como lo describieron tantos presocráticos.

Se ha pretendido cambiar lo auténtico, lo visible en todas direcciones, por que sólo existe en las mentes de unos pocos demagogos y de una legión de fanáticos. Esa lógica errática que arroja como conclusión la teoría del bigbang y del espejismo del tiempo, está en otoño. Y aunque se haya explicado aquí la teórica hidrogénesis permanente, recuerden que: "no todo tiene que tener respuesta".


EN CUANTO A LA EXPANSIÓN UNIVERSAL

No podemos obviar las principales premisas de la teoría del caos. El universo es un ente caótico donde todo circula en todas las direcciones, es tan inmenso que no hay forma de imaginarlo. Para al menos intentarlo es preciso otorgarle una forma cualquiera, de globo, de huevo, de cilindro... da igual, un envase cualquiera, algún tipo de contenedor para poder abstraerlo a nuestra imaginación ordenada en unidades neuronales.

La teoría del bigbang se resume en el siguiente razonamiento:

Si el flujo de los astros se produce en todas las direcciones posibles, a fuerza una gran parte de esas direcciones son excéntricas, es decir, hay astros que se salen de cualquier envase supuesto, por tanto, el universo se expande y si se expande es que anteriormente estaba más contraído.

Si cada momento viene precedido de otro momento en el que el universo estaba más contraído cabe suponer una cadena muy larga de contracciones hasta un momento inicial en el que no pudo estar más contraído.

Si hubo un inicio (a partir de aquí es puro paralelismo biológico, el hombre crea a dios a su imagen y semejanza...), ha de tener un final, una evolución, una causa o principio creador, un principio matriarcal sería lo lógico pues el bigbang se asemeja a un gran parto, o acaso una gónada dual con algún tipo de dimorfismo sexual como se manifiesta en todos los órdenes de la naturaleza, o al menos en los organismos llamados superiores.


CONCLUSIÓN DEL BIGBANG: Dios existe, y es muy viril.

Debo confesar que rebatir este tipo de razonamientos tan primarios, tan tullidos en la forma y e el fondo es una golosina. Pero lo dejaremos al buen juicio del lector si desea mantenerlo vivo en su mente como un fósil evocador de los primeros pasos del pensamiento humando, como aquel que se sucediera en los montes de Atapuerca después de que se hubieran cenado al abuelo.

Bromas aparte, por simple dinámica de fluidos se comprende fácilmente que si es cierto que una cierta proporción del universo imaginado, de esa bóveda que nos es observable del universo, observa rutas excéntricas que lo hacen expandirse, obviamente una parte equivalente del exouniverso, del universo que está más allá del alcance de nuestros telescopios, toma rutas concéntricas y se interna en lo observable ocupando el espacio que aquellos primeros habían abandonado, por lo que el conjunto permanece siempre inmutable, equivalente y en un equilibrio caótico y perfecto que está fuera del alcance de nuestro entendimiento, pues creo que lo tenemos claro: no todo es comprensible, ni observable, ni medible. Seamos humildes.

Esta parte del conocimiento que no nos es accesible ni digerible por nuestras herramientas intelectuales puede ser llamada metafísica, pueden calificarse poéticamente de milagro, si eso nos emociona, pero no hay nada que escape al imperio natural, nada que viole las leyes de la naturaleza.

Las mentes verdaderamente grandes nunca se mostraron tan categóricas a cerca de sus planteamientos como lo fueron tiempo después sus defensores. Por ejemplo, Albert Einstein solía comentar: "sólo hay dos cosas infinitas: el universo y la estupidez humana, y no estoy muy seguro de lo primero".

Albert Einstein introdujo una constante universal para que de sus ecuaciones no pudiera extraerse un universo en expansión. El universo de Einstein es estacionario.

El propio Stephen Hawking, aparte de declararse partidario de la teoría del bigbang nos asegura que "a pesar de lo tremendamente inmenso que se nos presenta el universo, no hay sitio para un dios". Todos le teníamos por una ateo convencido y convincente, pero...

Unos años después, con motivo de un encuentro del que salió muy bendecido, se desdecía con las siguientes expresiones: "no soy religioso en el sentido normal de la palabra", y, "creo que el universo está gobernado por las leyes de la ciencia".

Pero quién sabe si le pusieron algo en la bebida pues terminaba así: "esas leyes pueden haber sido creadas por Dios, pero Dios no interviene en romper las leyes".

Al mismo tiempo Ratz también se acercaba a la ciencia, es todo un progre: "La Iglesia Católica enseña sobre la evolución teística, que acepta la evolución como una teoría científica. Sus propulsores no ven razón alguna para que Dios no haya podido usar el proceso evolucionario en la formación de la especie humana". !qué bien lo pasarán en el cielo!

Casi nos absuelven la teoría de la la evolución de las especies, pero con media humanidad refrendando la teoría del bigbang, los estacionarios seremos diablillos cojuelos por mucho tiempo.

La luz que nos llega de los límites de lo observable es tan tenue, tan débil, que no podemos observar separadamente su fuentes, las estrellas que la emitieron, estrellas que es probable que ya habrían desaparecido en el momento que las estamos observando, pero no podemos verlas como no podemos ver a simple vista las moléculas o los átomos constituyentes de la superficie de una mesa.

¿Cómo creen que se puede estimar la velocidad relativa de corpúsculos que hay que determinar cuánticamente, y además la misma para todos el espectro electromagnético, cuando con un simple prisma puede verse que no?

Cada galaxia es un perenne bigbang y un perenne big crunch, en un universo perenne que ha tejido por casualidad seres caducos que a veces piensan de forma caduca, y maravillosa.


Carlos Caballero

domingo, 24 de octubre de 2010

DEMOLIENDO LA TEORÍA DEL BIG BANG (Parte 4 de 5)

¿SE CREÓ EL UNIVERSO DE LA NADA O EXISTIÓ DESDE SIEMPRE PARA QUE NOS ATORMENTASEN CON LA CREACIÓN?

Gamow, fue un físico y astrónomo ucraniano, excéntrico y autodenominado como bromista práctico. Exiliado en USA por el régimen de Stalin, trabajó en diversos temas como el núcleo atómico, la formación estelar, la núcleo-síntesis estelar, la núcleo-cosmo-génesis y el código genético. Todo ello para apoyar la sublime petardada de otro señor realmente pensador, ya que la teoría del big bang ni siquiera era suya, había sido enunciada previamente por otro Jorge, George Lemaître, un cura. Con eso creo que está todo dicho.

Alguien dijo de Gamow que “incluso cuando está equivocado es interesante”. Hoyle y Gamow se jugaron la reputación y la carrera en una guerra dialéctica que aún no ha terminado, ni creo que termine nunca, en la guerra de los creacionistas contra todos, contra la eternidad del universo de Hoyle, contra la evolución de Darwin y contra todo aquel que promulgue una teoría donde las atribuciones divinas puedan verse despejadas o aclaradas por la ciencia.

Gamow fue nombrado profesor en la Universidad George Washington. Trabajaba en un despacho diminuto, cuadrado y mal oxigenado donde se le ocurrió la feliz idea de que valía la pena estudiar el enigma del origen del hidrógeno, y sugirió que la mayor parte del mismo circulaba alrededor del sol antes de que éste se hubiese formado.

Tuvo por tanto que imaginar otro lugar donde se hubieran originado el hidrógeno y el helio.

Imaginó un lugar millones de veces más caliente que el sol, es decir, un lugar de billones de grados centígrados de temperatura, una temperatura en la cual la materia se encontrase como “desgarrada”, en un estado desconocido de energía, donde los núcleos del hidrógeno estuviesen moviéndose tan frenéticamente, y entrechocando tan violentamente como para crearse (como les gusta este verbo) helio a un ritmo prodigioso.

En aquel momento nadie se atrevía a decirle a este señor que en ese escenario hipotético el hidrógeno ya estaba “creado” en otra pare para protagonizar tanto choque, y que estaba introduciendo el enunciado en la propia definición.

Pero cuando todo un auditorio se encuentra enardecido por el desparpajo y la picaresca de un humorista y manipulador de masas innato, pobre del que levante el dedo para referir una observación semejante. Y si es el profe el chistosillo, te crucificaría en una broma.

Con tales premisas, ¿de dónde podría salir un evento de semejantes condiciones térmicas que no fuera el dedito de dios? Un flash y ya está la explicación todos nuestros males. He aquí el milagro especulativo del big bang.

Desde entonces los astrónomos han creído ver en la luz rojiza del universo más alejado a nosotros, en el límite de nuestras pupilas electrónicas, una expansión eterna del universo y un alejamiento continuo y paulatino de las galaxias entre sí.

Y aseguran de manera pomposa y rimbombante que el universo se está expandiendo constantemente y que, por tanto, tuvo de tener un origen. Nada de 3, ni 20, ni 30.500 orígenes, tan sólo uno y nada más, un origen único como único debe ser el dios, pues ellos lo conocen personalmente y por ello son sus intermediarios, un dios que otorgó patente de una empresa con ánimo de lucro y poder, y única.

Y como este ser ha de ser un ser perfecto no puede haber redundancias, ni nuevas versiones, ni retoques... Vamos, que con un único big bang tenemos para debatir hasta el siglo 56, y el universo no habrá cambiado ¡nada!. El universo no va a notar un planeta calvito ya, como marte.

Y le preguntaron por el espacio y el tiempo, el vacío, la combinación de la lotería primitiva y cualquier cosa, pues que a todo le daba respuesta esta especie de bálsamo para todo que es el big bang. Aún se están dando palmadas en la espalda por lo bien que nos funciona esta teoría.

El big bang, todo el universo en un punto infinitesimal (ahí sí que se sirven del concepto "infinito"), no es la causa cosmogónica por excelencia de la materia, el espacio y el tiempo. No es causa de nada. El universo no puede tener causas, pues de tenerla ¿qué sería el agente causante? ¿Y cual la causa de ese causante? ¿Y el causante de la causa de ese causante? ¿Que no ven un bucle sin salida?

Gamow se apalancó una bonita pizarra y se puso a garabatear ecuaciones para calcular la temperatura del punto en el cual se comprimiría todo el universo, y me imagino que calcularía ya de paso el número de bombillas que se podrían encender con su energía acumulada, por que lo de calcular potencias hay que reconocer que se le daba bien.

En 1945 esta teoría chirriaba tanto como ahora, pero de tanto escucharla por todas partes en bocas de tanto genio y de tanto erudito con pretensiones de aparentar cierto nivel de intelectualidad, tiene hoy más fans que el Barcelona FC y el Real Madrid juntos, o más bien, contándolos todos.

Y todo por una luz rojilla... ¿Quién dijo que el negro acaparaba todas las connotaciones peyorativas?

He de confesar que soy un empedernido de "The Big Bang Theory", ya me he visto dos veces las tres temporadas y el episodio piloto no emitido, y sigo disfrutando de este encantador grupo de actores y guionistas. En españa aún no se ha emitido la serie, pero si alguien quiere verse algún capítulo puede pinchar sobre la foto ¡Son un amor! (recomiendo que los descarguéis para no andar reiniciando el router cuando salte el límite de tiempo, pues cuando empiezas a verlos ya no puedes parar).

Los cálculos de Gamow arrojaban que todo el helio existente en una estrella como el sol no habría tenido tiempo de formarse a partir de hidrógeno previo en fusión (entre ambos el 98 por ciento de la materia observable del universo), por lo que se debería haber “creado” en los primeros instantes de la insensata explosión. Una de sus frases más célebres de este señor es la siguiente gansada: “nuestro universo se cocinó en menos tiempo de lo que se tarda en cocinar un plato de pato con patatas asadas”. Como diría Penny ¡Qué rico...!

En seguida se levantaron una oleada de misioneros enarbolando la bandera del creacionismo para ganarse el cielo. La guerra santa contra la ciencia conocía una nueva dimensión, la de la destrucción desde dentro, como originada por la radiactividad sobre los tejidos vivos, poco a poco pero implacable.

Fred Hoyle trató de hacerle frente con todo tipo de argumentos razonables y matemáticos, pero si en algo se caracteriza la fe es en que no hay peor ciego que el que no quiere ver, y reducir lo infinito a un punto, unidad de posición adimensional que equivale a la nada... y reducir la eternidad a un instante también infinitesimal, acaecido además hace tan sólo 14.000.000.000 años... es absurdo, se califican a sí mismos.

Gamow se defendía con un único argumento: que si Hoyle no tenía una respuesta para la creación del hidrógeno, no tenía derecho a inmiscuirse entre dios y su creación, le advirtió que sin ofrecer una alternativa demostrable, lo que quedaba demostrado era el Big Bang. Y como la prensa sensacionalista le hacía eco a todo comentario, por cocinillas que fuese, pues le iba muy bien económicamente y no estaría dispuesto a soltar la gallina de los huevos de oro por muy razonables argumentos que se le presentasen.

Gamow era un maestro del espectáculo y la humanidad estaba tremendamente impactada por las explosiones atómicas de 1945, y por tanto sumisamente interesada en cualquier noticia sobre física nuclear, con lo que las teorías de Gamow y cualquier comentario al respecto que se publicase tenía el éxito de ventas asegurado,. se podría decir que Gamow era sólo la cabeza visible de una enorme industria de la falacia, había nacido casi una nueva religión entre los pesebres de la ciencia.

Para los creacionistas esta discusión quedó zanjada definitivamente a partir de una pueril interpretación de un descubrimiento realizado gracias a un raro instrumento con forma de cuerno que, se había instalado en Nueva Jersey por los laboratorios del emporio tecnológico de Bell.

Era un radiotelescopio diseñado para escuchar el espacio, una oreja gigante dispuesta a escuchar las más sutiles melodías del universo embarcadas sobre ondas de radio. Su propósito inicial fue el análisis de telecomunicaciones vía satélite pero a mediados de los sesenta se convirtió en un as en la manga para decantar la discusión sobre el big bang del lado de sus defensores.

Dieron la noticia como si se tratara de un descubrimiento de incalculable relevancia, como la ansiada "prueba" del big bang.

Dos investigadores, Arno Penzias y Robert Wilson, se dedicaban a estudiar, con el gran radiotelescopio de Bell, el misterioso halo de hidrógeno que existe en torno a la Vía Láctea (como en torno a otras galaxias), pero no conseguían eliminar la nieve, el ruido de fondo que recogía la antena.

Lo intentaron todo, incluso limpiar concienzudamente lo que llamaron “material dieléctrico blanco”, es decir, caca de paloma. Y como no encontraron otra explicación para ese ruido, pues naturalmente debía de ser la prueba definitiva e irrefutable del big bang.

El material dieléctrico gris de estos señores vio la fama al alcance de la mano y excretó la máxima que debía zanjar toda discusión sobre el origen del hidrógeno, el helio y de todo el universo. Una enorme flatulencia del creador y el universo se hizo... Gamow quedaría como campeón del mundo de los pesos pesados de la física teórica, y ostenta todavía la corona ya que nadie ha visto todavía los lugares del cosmos donde el hidrógeno se materializa. Ni se pueden ver, pues son negros, muy negros, como el demonio.

Bien, si se oye ruido es porque el big bang debió existir. Creo que es la afirmación más esclarecedora que he escuchado en toda mi vida. Si llueve es porque las ranas tienen pelo.

Pero no contentos con eso, fueron tan generosos como para brindarnos detalles de tan feliz estallido como que “al poco de producirse, unos 300.000 años después, el universo se expandió y se enfrió lo suficiente como para que se crearan los elementos más ligeros y dejando un universo inundado de luz”. Supongo que esta parte de la creación fue obra de "lucifer".

Gamow había pronosticado que los rescoldos de la creación estarían presentes hoy en día en forma de una débil radiación de microondas, y el ruidillo de la trompetilla de Bell ¡lo había probado!. Ya quiero llorar.

Me quedé perplejo cuando me lo explicaron. Las mentes más exuberantes del planeta, capaces de encontrar infinidad de dimensiones a través de kilómetros de ecuaciones y pizarras desgastadas, aplauden hoy que la detección de esta radiación de fondo cósmica que realizaron Penzias y Wilson. Demostraba que la teoría del Big Bang de Gamow era la correcta y que él tenía razón en su teoría de cómo el hidrógeno y el helio se formaron en el universo primigenio.

¿Quiénes somos? ¿De dónde venimos? ¿A dónde vamos? Yo también tengo respuestas: somos esclavos de las tendencias y las modas más abstrusas. Venimos de unos oscuros tiempos donde la razón se ha relegado siempre a los más oscuros caprichos de la fe, y aplastada por fenómenos de masas regulares y bien planificados. Y vamos a estrellarnos permanentemente y sin que nadie lo remedie con una escolástica obsoleta y permanentemente hipotecada a las instituciones convencionales del poder, con lo que raramente se puede obtener una titulación académica siendo completamente sincero y fiel a los principios generales de la ilustración.

Para los creacionistas que han abierto alguna ventana de la ciencia lo suficientemente grande como para ostentar algún tipo de reconocimiento académico o puesto en la función pública, los avances de la física en el último siglo han sido un “milagro” cosmogónico. Ya se puede reescribir el génesis resumiendo los siete días de la creación en un instante infinitesimal, y explicar la existencia del hidrógeno y el helio como un efecto de los diez primeros minutos del universo.

Metidos en harina ya que no quede.

En los siguientes 300.000 años la expansión de estos gases produce una emisión de luz cuyos restos fueron detectados por Penzias y Wilson con un tanto disimulo, como de casualidad. Y en el tiempo posterior hasta hoy, 14.000.000.000 de años después, estos gases se amontonaron y aplastaron hasta fusionarse para dar lugar al resto de los elementos.

Esta teoría ha hecho dogma entre los científicos. Mezcla verdades absolutas con absolutas tomaduras de pelo, como casi cualquier otra religión, y es propensa a engrandecerse de loor y vanidad hasta el punto de desechar todo lo demás, como cualquier religión.

Mas este bárbaro que no entiende el lenguaje de Roma clavará su hacha en el robusto pilar fundamental de la Negación, que se nutre desde siempre sombrío e inflexible, del suelo de la ignorancia y la miseria, y del cual surgió tras la 2ªGM un nuevo brote de intolerancia en forma de física teórica disfrazada de inofensiva hipótesis que pretende explicar la presencia del hidrógeno en el universo.

La teoría del big bang se considera hoy un hecho probado, pero estoy aquí plantado con mi onda bien cargada, más de razones que de ecuaciones matemáticas y de piedras, contra este Goliat de la física que se nos ha plantado delante para obstaculizarnos la visibilidad y el progreso de la humanidad.





miércoles, 20 de octubre de 2010

DEMOLIENDO LA TEORÍA DEL BIG BANG (Parte 3 de 5)

LA RESACA NUCLEAR

La bomba cambio el paradigma de la guerra y de las relaciones internacionales, salvo en España , claro está, y otros países latinoamericanos, donde seguía plenamente vigente el de los reyes católicos.

Robert Oppenheimer resumió su sombrío estado de ánimo con estas palabras: “Los físicos han conocido el pecado y éste es un conocimiento que no pueden perder”.

Este supuesto conocimiento pecaminoso sería algo de suma trascendencia para el estancamiento científico (han oído bien, dije "estancamiento"), algo que para aquellos agoreros que hablaban siempre de auto-destrucción instantánea de esto y de lo otro, y de lo de más allá, calificaron al paradigma nuclear de "la gran revelación" de la historia completa de los 14 mil millones de años que dicen que tiene todo el universo, es decir, la teoría del big bang.

Es decir, si el radio de Marie Curie era el perfecto exfoliante natural, ahora todo el universo viene de un petardo como el de Hiroshima, pero a lo bestia. Lo más curioso es que el universo tenga esa edad, ni un mil millón más, ni un mil millón menos, justo 14 ¿no mola?



QUE LA TEORÍA VIVA UN POCO MÁS, VEAMOS ALGUNOS DATOS

Entre 1939 y 1945 se invirtieron en USA más de dos mil millones de dólares (de entonces), es decir, hubieran pagado el sistema de seguridad social que tanto miedo les da, para 20 años. Y entre las averiguaciones más destacadas que se obtuvieron con ese dinero, además de la de que se podía volar el planeta en un periquete, fueron la demostración, según aquellos, de la futurista teoría del big bang. Fíjense qué pedazo de burrada, dije bien, "la demostración del big bang costo 2.000.000.000 dólares de los años 40", pero lo único que demostraron fue su poder de destrucción y su falta total de escrúpulos por el ser humano y el planeta. Y es que eso de las explosiones cómo les tira a los gringos republicanos.

Los científicos midieron la estabilidad de los núcleos atómicos de todos los elementos de la tabla, es decir, la facilidad o dificultar de cada tipo de núcleo para romperse o para fusionarse, o dicho de otro modo para que se entienda mejor, midieron la diferencia de potencial o vectorial entre la fuerza nuclear fuerte que tiende a unir las partículas de cada tipo de núcleo, y la fuerza electromagnética que sus partículas nucleares experimentan por tener la misma carga. la cual siempre en menor, pues de lo contrarió los núcleos ya se habría separado.

Por si no nos hemos aclarado todavía se didicaron a estudiar qué tipo de átomos pegaban mayor hostia, pero nos dejaron otras informaciones que también sirven para la ciencia constructiva, y también para estimular ciertas filosofías cosmogónicas menos grandilocuentes pero más profundas y trascendentales. Si la diferencia entre atracción-repulsión nuclear es muy grande tenemos núcleos muy estables, y si es pequeña tendremos núcleos propensos a romperse. entre estos últimos los llamados radioactivos son los que se rompen más o menos espontáneamente.

Así, se llenaron miles de gráficas y se observó que el elemento más estable de todos es curiosamente el hierro. Sus 26 protones y sus 30 protones (peso atómico 56) encajan de tal manera que conforman la estructura más compacta de toda la materia conocida en el universo. Además es el elemento que presenta mayor efecto al magnetismo.

Ahora sabemos porqué unos elementos son más fáciles de fusionar y otros son más fáciles de romper, y es que todos quieren ser como el hierro. Y me explico:

Los átomos ligeros tienden a unirse para alcanzar un peso atómico aproximado al del hierro, es decir, que en las condiciones adecuadas de presión y temperatura, tienden a fusionarse.

Por el contrario, los átomos más pesados que el hierro, en sus respectivas condiciones de presión y temperatura, tienden a romper sus núcleos en pedazos que resulten próximos al tamaño de los núcleos del hierro.

Y esto ha de ocurrir en sistemas de presión y temperatura similares al interior del planeta, es decir, cósmicamente muy livianos.

En sistemas más densos, como el interior del sol han de formarse núcleos mayores, y la tendencia, en el centro de una estrella como el sol, a de ser, en mi humilde opinión de físico aficionado, la de parecerse a los núcleos del cobalto(27), el níquel(28), el cobre(29) o zinc(30), aunque esto, repito, según mi criterio.

La opinión más popular de la composición del sol es la que aparece en el gráfico de la derecha.

De una u otra forma en lo que casi todos parecen estar de acuerdo es en que el peso atómico de los materiales en los astros es creciente en función de la profundidad.

Así también irían variando los elementos que se encuentran en la parte más interna de los astros, en función del tamaño de éstos, llegando a formarse los átomos más pesados de la tabla periódica en las grandes estrellas gigantes rojas, las cuales son bastante más frecuentes en el universo de lo que se estimaba en un principio, sobre todo en las regiones interiores de las galaxias.

Los elementos más pesados de todos los conocidos junto con todos los demás, son liberados después y puestos en circulación por todo el universo cuando estas estrellas alcanzan la condición de supernovas, inmensas explosiones que duran millones de años y que son los auténticos big bangs que existen en el universo, y que también se sabe ya que se producen en infinidad de puntos del universo.

Por lo que lo del Big Bang único y el creador único, están más que descoloridos a la luz de la razón, están pasados de moda.

Que S. Hawking se mantenga aferrado, o más bien aterido, con perdón, a la vieja teoría, ha de ser, supongo yo, para no perder su estatus de máxima eminencia de la astrofísica.

En todo lo demás OK Mr. Stephen.

Esa sería la parte acertada de la teoría del big bang, es decir, múltiples explosiones estelares que se han dado siempre y siempre se darán, pero no una única explosión super-mega-giga-tera-peda-chachi de la que todo emana.

Eso es retroceder a un dios único y central ajeno al animismo libre y el ordenado caos del universo, un dios patriarcal, redundante, pedante y asexuado, o más bien onanista. Comprendemos la fisión y la fusión ¿y con eso ya se pretende poner edad al universo... ? cosmogonía chapuzas.

Pero repasemos algún dato más antes de pasar a la espada. Ya nos vamos acercando a lo que suponen estos “enanos blancos” que deben ser las tan traídas pruebas del big bang.

Nota: Lo de enanos blancos no va por nada que tenga que ver con el color de la piel, ni la estatura, de hecho yo soy bastante pálido y bajito, sino porque, si se me permite el símil, son tan densos y tan antiguos algunos académicos, que emiten una débil luz blanquecina, casi imperceptible, como la de los encantadores astros que reciben ese nombre.

A la izquierda podemos ver la gráfica resultante de la estabilidad nuclear de todos los tipos de átomos naturales, y trazamos una diagonal desde el punto que denota el elemento más ligero en el punto de su estabilidad nuclear, hasta el otro extremo de la gráfica donde se encuentra el elemento más pesado y su nivel de estabilidad, observamos un tipo de distribución que se conoce en probabilidad como “distribución normal”, cuya forma gráfica es una especie de campana denominada "campana de Gauss". En todas las distribuciones normales encontramos en su parte central el valor medio, y en nuestro gráfico este valor corresponde al del hierro. Además se puede ver que en valor absoluto (en altura) es el elemento de mayor estabilidad.

En el primer extremo vemos unos niveles de estabilidad muy bajos correspondiéndose a los átomos de hidrógeno, litio... y de helio. A estos elementos les gustaría agruparse para constituir otros elementos que se pareciesen más al hierro, digamos que les gusta fusionarse, y a poco tamaño que tenga un astro se encienden y comienzan a lucir y a emitir calor como muestra de alegría por su fusión.

Al otro lado de la gráfica encontramos otros elementos tremendamente inestables, como el uranio, el polonio, el radio... Son los elementos cuyos átomos son los más pesados y a los que les cuesta ser tan grandes, tienden a fisurarse y a romperse en función de su concentración, también para parecerse más al hierro.

A esas fisuras espontáneas se debe que emitan lo que se conoce como radioactividad natural. A una presión tan baja como la que tenemos en la superficie de la tierra estos elementos pesados se desintegran por si mismos, pues provienen del interior de las estrellas más pesadas, aquellas que ocupan el centro de las galaxias y que ni siquiera se pueden ver, pues incluso la luz queda atrapada por las inimaginables gravedades que allí de dan. Son los llamados agujeros negros o pequeños big crunchs que se hallan repartidos por la infinidad del universo.

Al menos del big crunch no se atreven a decir que es un hecho probado, aunque hablan alegremente como esos niños de tres años que les preguntan en la tele cosas más o menos complicadas para un niño, y que responden lo primero que les viene a la cabeza aunque no tengan ni pajolera idea. Eso de reconocer la propia ignorancia y responder “no lo sé” a algo, no va con la constitución ni el arquetipo de la mente humana. De hecho, por eso yo hago voto de silencio y resulto tan simpático a tanta gente (vuelvo a ser irónico).

Hay otro gráfico muy interesante. En base al tipo de luz que nos llega del universo se ha realizado una estimación de la composición del universo y se ha representado un gráfico que muestra la abundancia relativa de cada tipo de átomo en el universo. Evidentemente, con la tecnología tan asombrosa que poseemos, que centuplica anualmente el presupuesto empleado en investigación durante la segunda guerra mundial, lo que hemos conseguimos es una curva como dibujada en el suelo por un beodo con los ojos vendados y su mano siniestra, pero nos sirve. Y mucho.

Podríamos suavizar la curva, trazar la misma diagonal de extremo a extremo, y comparala con la gráfica anterior. Observaremos entonces que, asombrosamente, ambas gráficas coinciden, lo cual significa para mí (aunque tardaría en explicarlo), una prueba inequívoca de que el universo no tiene edad.

Para que os hagáis una idea, si la campana de Gauss de la segunda gráfica estuviera inclinada hacia los elementos ligeros y abundantes, indicaría que tenemos un universo joven, y si lo estuviera hacia los elementos más pesados y raros, tendríamos un universo senil y envejecido.

Sin embargo, coinciden ¿Qué tenemos? ¿Un universo madurito? ¿En edad reproductiva, tal vez? ¿Nos están vacilando los intérpretes de la luz de las estrellas? Tenemos un universo estacionario amigos, un universo eterno. Al menos es lo que dicen las gráficas.

¿No querían un ser eterno? ¿omnipresente? ¿inmutable? Pues llámenle Universo y se acabaron las gaitas, dejen de buscar creadores y de seguir crucificando por motivo de la creación, os presento a Dios: el Universo, amigo/a lector/a navegante, el Universo. Ya pueden reconciliarse.

Juventud y vejez son conceptos aplicables a lo finito, a lo temporal, y el universo no lo es. El espacio es un misterio que está presente en todo lo que consideramos material e inmaterial, incluso en lo más diminuto.

Si la MATERIA es el contenido del universo, el espacio es el contenedor, el espacio netamente vacío. Y sin embargo, no es posible aislar una porción de vacío, ni encontrar un objeto tan denso que en su interior no lo contenga.

El TIEMPO es algo más abstracto aún que las propias dimensiones de la materia. El tiempo sólo reside en el observador y es proporcional al tamaño de éste.

Para un observador que habitase la superficie soleada de un electrón en un átomo de oxígeno pasarían muchos millones de años durante un segundo nuestro, y podría ver su luna como un fotón atrapado por las condiciones de su órbita.

Con respecto al macrocosmos ocurre lo mismo, pasarían muchos millones de nuestros años para poder apreciar a escala nuestra una leve traslación de una galaxia, la cual sólo es una gota de agua en el océano infinito del cosmos.

No se puede llegar a la estrella más próxima y se pretende describir las fronteras del universo ¡Qué desfachatez!

Como veremos más adelante, la interpretación de las ondas que nos llegan del universo es, algo desgraciado por tratarse de los cálculos de las mentes más privilegiadas de nuestra generación, que han destilado una interpretación diferente a la que sugiere la lógica más elemental, una interpretación que a mi juicio está pasada moda, una interpretación que apunta al Big Bang como causa primordial del universo cuando ni las moscas necesitan una causa primordial.

Y se pretende que la débil luz infrarroja procedente de los confines de lo observable, sea prueba definitiva e irrefutable de que el universo sólo existe desde desde hace 14.000.000.000 de años, el parpadeo de una galaxia.

Los primeros científicos que descubrieron la maravillosa coincidencia de las gráficas de la estabilidad y de la abundancia elemental, quedaron atónitos. Una gráfica basada en el diminuto núcleo atómico y otra en la inmensidad del universo, tienen el mismo punto central, la misma clave de bóveda, en el hierro. Es fascinante, claro está, pero cada cual arrimaría el ascua a su sardina.

Una clave cósmica que en vez de servir para desbloquear los grandes misterios del universo, se ha utilizado para poner cotas a lo inconmensurable, para darle un formato finito a lo que no cabe en ninguna parte, pues aunque nuestra mente no pueda entenderlo, toda parte cabe en el todo pero nunca a la inversa, y aunque las galaxias se expandieran estarían ocupando a cada instante un espacio que ya existía previamente, entonces ¿qué pasa? ¿el espacio no forma parte del universo? ¿y desde cuándo existe el espacio?

El universo lo es todo y lo que de él observamos es sólo una ínfima parte. La mayor parte de la materia que hay en el universo no se ve, es MATERIA OSCURA. Esta premisa también la han obviado los acreedores de la teoría del big bang.

¿Hay alguna conducta más aberrante que la de negar la existencia de algo por que no sea observable? Los creacionistas, y los creyentes en general, casi por definición, apilan interminables colas de afirmaciones cuya única validez es la propia afirmación de sí misma, porque así se hizo siempre, porque así se dijo, porque así está escrito, es todo su razonamiento, y las complicadas ecuaciones de los físicos que determinan que el universo se expande se han convertido en un dogma que se afirma por inercia, sin conocer sus bases ni sus consecuencias filosóficas. Si lo dice Hawking...

Sin embargo, estos mismos creyentes de lo inobservable, paradójicamente y en un gran alarde de pragmatismo y de aparente rigurosidad científica, a la hora de defender su fe en el Big Bang afirman que más allá del universo observable no hay nada, o que si lo hay, ha de alejarse a una velocidad superior a la velocidad de la luz por lo que sería imposible observarlo.

Voy a intentar explicar la manera en que, a mi modo de entender, se debería interpretar esa débil luz que nos llega de los confines de lo observable, que no lo es todo, pues yo tengo gripe y no he visto nunca un virus. Pero eso será más adelante, cuando hayamos repasado las bases de la física que nos llevan a pensar en el error del Big Bang.

De momento nos quedaremos con el dato de que la abundancia de los diversos elementos en el universo es directamente proporcional a la estabilidad de sus núcleos, y que en ambos muestreos el hierro alcanza el punto álgido.


DESCIFRANDO LA LEY ESTABILIDAD-ABUNDANCIA: FRED HOYLE

Los egipcios, los sumerios, los fenicios, los olmecas, los mayas. los dogones y los yopis (al menos) conocían datos astronómicos que hoy estamos logrando verificar gracias a los avances de la tecnología, como por ejemplo, los ciclos de precesión de los equinoccios o eónes, que comprenden de unos 26.000 años y que en sus puntos de máxima elongación nos hacen pasar por glaciaciones.

Cómo conocieron estos datos sigue siendo un misterio, un misterio apasionante, pero nos dejaron un mensaje que especifica precisamente el paralelismo de las gráficas antes mencionadas de la estabilidad nuclear y de la abundancia en el universo: “lo que es arriba es abajo”.

Nadie se hubiera imaginado que mirando arriba por un telescopio y hacia abajo por un microscopio, llegáramos algún día a observar lo mismo, de no ser por un matemático avezado y perfeccionista, rebelde de la astrofísica e inconformista natural, y natural de un pueblito de Yorkshire, Inglaterra desde el que se debían ver muy claramente las estrellas en las noches de verano, Bingley.

Fred Hoyle era de los que nunca callaba sus opiniones por polémicas que fueran, algo que le granjeó numerosas enemistades sobre todo con sus colegas científicos, entre los cuales se le fue marginando toda su vida hasta que ya casi anciano fuera premiado con numerosos y prestigiosos galardones científicos, y nombrado Caballero del Imperio Británico por su contribución a la ciencia en forma de dos revolucionarias teorías: la teoría del “Universo Estacionario” y la teoría de la “Panespermia.

Sir Fred Hoyle exploró más que nadie la extraña superposición entre la gráfica del átomo y la gráfica del cosmos. Y en seguida se dio cuenta de que el universo es eternamente mutable, está en constante evolución, fluye en un intercambio perpetuo entre el orden y el desorden. Los átomos se encuentran ganando y perdiendo protones en un intento de parecerse al hierro, tanto en la superficie como dentro de las estrellas que nacen, crecen, y que mueren en enormes estallidos y enormes colapsos.

Hoyle sabía de la fusión nuclear y le interesaron los detalles, en concreto los de la creación de los átomos más pesados, y concluyó que sería necesario para este tipo de fusiones, presiones y temperaturas inimaginablemente altas, sólo posibles en las estrellas.

La empresa no fue fácil, y lo peor de todo debió ser explicarlo en medio del enrarecido ambiente de la cosmogonía cristiana dominante en la posguerra mundial europea de su juventud. Al menos, aunque tarde, fue reconocido debidamente y recompensado por las instituciones británicas.

En comparación con España, donde los científicos que habían sobrevivido a la guerra civil y a la posguerra se hallaban exiliados por todo el mundo, todo un ejemplo con el que quitarme el sombrero por la manera en que la UK conmemora a sus súbditos, aunque sean un tanto herejes.

En los 40 Hoyle demostraba mediante inducción matemática y retórica que el sol era lo suficientemente grande como para albergar condiciones de presión y temperatura adecuadas para la fusión del hidrógeno(1) en helio(2) y en otros elementos más pesados como el boro(5), el carbono(6), el nitrógeno(7), el oxígeno(8)... Sus cálculos llegaron a demostrar que en el interior de otras estrellas mucho mayores, y por tanto, mucho más densas y calientes, se podían crear por fusión elementos más pesados como el hierro(26), el cobre(29)... quizás la plata(49)...

A este tipo de estrellas las denominó gigantes rojas por el color especial que emitían, y se localizaron cientos de ellas por todo el universo. Se trata de estrellas que han alcanzado el final de su vida multi-mil-millonaria y que se acercan a los máximos valores de presión y temperatura que la materia puede soportar sin colapsarse. Sin embargo, los complicados cálculos matemáticos no alcanzaban a explicar los átomos más pesados de todos que hay en la naturaleza como el oro(79), o los radioactivos polonio(84) y uranio(92).

Para generar los elementos más pesado de la tabla periódica se sobrepasaban los valores límite de desmoronamiento de la materia, los umbrales de colapso, y se buscó en el universo algún punto donde se pudieran dar las condiciones de presión y temperatura capaces de tal evento.

Hoyle lo encontró gracias al telescopio del observatorio Monte Wilson de Los Ángeles, California, USA, que en el momento de su construcción en 1917 era el mayor de todos los existentes. Hoyle conoció la fusión de los átomos más pesados del universo, y fusionó sus ideas con las ideas de Walter Baade acerca de las llamadas supernovas.

Cuando una estrella supera las dimensiones (tamaño) críticas de estabilidad de la materia se dan una de dos alternativas, la explosión en forma de supernova o el colapso en forma de agujero negro. Desconocemos los motivos por los que prevalece uno u otro en cada caso, tan sólo sabemos que se produce el estallido de la estrella o su implosión sobre sí misma.

La primera alternativa es la que pone en circulación el material de la estrella en todas las direcciones del universo, un material de alto peso atómico del que posteriormente se adhiere o forma cometas, planetas y otras estrellas, en infinitas variedades y combinaciones de tamaños.

Se puede afirmar que somos física y literalmente “excrementos” de alguna supernova.

Como cabría esperar, estas detonaciones son de una increíble intensidad, son los auténticos y únicos Big Bang que se dan en el universo. Se están produciendo en este mismo momento y se han producido siempre. Lo demás es teología.

La segunda alternativa, la de los agujeros negros, es uno de los fenómenos astronómicos más enigmáticos y espectaculares que se dan en el universo, y eso que no podemos verlos. Intuimos que han de producirse en la parte central de las galaxias con forma de espiral como la nuestra, la Vía Láctea, por lo que tenemos uno ahí al lado, a tiro de piedra, tan sólo 8 kiloparsecs, unidad de medida astronómica que se ha puesto de moda últimamente (unos 25.000 años luz).

Entre Baade, Hoyle y William Fowler estimaron a las supernovas o explosiones estelares como los puntos más calientes del universo donde sería posible matemáticamente que se hayan formado los núcleos más pesados que existen en la naturaleza.

Este descubrimiento fue un gran salto para la humanidad, mucho mayor que el que dio Neils Amstrong al pisar la luna. Sin embargo, las ecuaciones de Hoyle no permitieron describir el origen del elemento más abundante que existe en el universo, el hidrógeno. Y los demagogos de siempre no dejaron pasar la oportunidad de colocar al demiurgo detrás de esta incógnita.

Pocos años después de los experimentos de Hiroshima y Nagasaki los científicos estimaron que la cuarte parte del sol era helio, y creyeron que para ello sería necesaria una temperatura solar de miles de millones de grados, sin embargo hoy se estima que tan sólo posee 15 millones de grados, y para colmo se estima que el calor que se desprende de la combustión celular de un ser humano es mayor que el de la fusión que se produce en un volumen equivalente de masa solar coronaria, es decir, que yo genero más calor que un pedazo de sol de mi tamaño. Y mi mujer ni se inmuta.

Por lo tanto, el sol no ha podido producir todo ese helio que contiene, ha tenido que llegar de alguna parte. Y peor aún, aunque lo hubiese creado el sol a partir de hidrógeno ¿de dónde salió éste?

Si todos los átomos del universo se habían formado a partir de hidrógeno, ya ni se preguntaban de dónde salió éste, directa y abiertamente preguntaban ¿quién lo creo?

En la década de los cuarenta y los cincuenta se regocijaban enormemente los creacionistas, la ciencia se acercaba cada vez más a dios. Esperaban de un momento a otro que se produjese la gran "revelación" en forma de noticia: “la existencia de dios demostrada”.

El nuevo patíbulo de la razón se llamaba teoría del big bang y la cordura científica pareció estrellarse contra la luz rojiza de los confines del universo observable, pronto conoceremos al elemento que urdió semejante jaque mate-matemático al empirismo, un elemento que no es de la tabla periódica y que fue el héroe de la guerra científica que se desencadenó con la posguerra mundial.

Podría decirse que la segunda guerra mundial continuó en los laboratorios de física nuclear de todo el mundo y que aún continua.

Fue encarnizada e insidiosa como todo lo que toca la fe, y el elemento que tejió la trampa, el barón rojo del creacionismo, el Torquemada de un millón de tesis que ya nunca llegaremos a conocer, se llamaba George Gamow.

El elemento en cuestión comenzaba sus discursos de feria aparentando neutralidad con la siguiente pregunta:

¿se creó el universo en un sólo instante o ha existido desde siempre?