Los chamanes o gúias espirituales tanto mayas como de otras muchas cuturas usaban plantas, hongos, batracios, etc. para obtener sustancias psico-activas que favorecieran entrar en un estado especial de conciencia con el que obtener sabiduría y conocimientos, interpretando observaciones celestiales y terrenales.
Nadie puede estar seguro de lo que 2012 nos deparará: crisis encadenadas que culminarán en algún suceso drástico y apocalíptico, o un proceso paulatino y escalonado hacia una era de madurez humana, un tiempo de existencia más avanzada para el ser humano y la vida en la Tierra.
La inmensa mayoría de los investigadores que han estudiado la mitología antigua con detalle traen un mensaje de esperanza, aunque también hay una minoría grande de escépticos aferrados a un nihilismo sostenible disfrazado de prudencia racional, pero lo más curioso es que, para el 21 de diciembre de 2012 aún no he conseguido encontrar para esta fecha que nos ocupa ejemplos significativos de la tipica fracción de agoreros apocalípticos aficionados a las cuentas atrás y el sectarismo, aunque supongo que los habrá y que por desgracia tendrán seguidores. Este último dato es un indicio objetivo de que estamos emprendiendo ese camino de la pretendida madurez de la especie humana.
Para la fecha del final del calendario maya hay muchos investigadores ilustrados y también chamanes que vaticinan serios problemas de crisis para la raza humana, el clima y las especies que conviven con nosotros, en particular para las sociedades aferradas al materialismo y al consumo desenfrenado, pero para ellos no hay una fecha crítica sino un periodo de convulsiones críticas de una duración variable imposible de asegurar, pero seguro que no es de un día.
En todos los casos se trata finalmente de un mensaje que requiere de nuestra participación activa para que esta nueva “edad de oro” sea una realidad y no se produzca un auténtico apocalipsis global para el ser humano.
Por favor, disfruten del extraordinario intérprete de las huellas de la sabiduría ancestral que es Graham Hancock sociologo, escritor y uno de los autores de la conjetura conocida como teoría de la correlación de Orión.
Graham Hancock (“Fingerprints of the Gods”)
Hay textos y tradiciones procedentes de los mayas que sugieren que no es sólo el fin de una era del calendario sino el fin de toda una era de la tierra. Que todo lo que se ha construido y acumulado en los últimos 5.000 años, que esto también acabará.
Es muy difícil analizar cualquier sistema mitológico antiguo sin darse cuenta de que pensaban en términos cíclicos, no lineales. Así que literalmente, tal y como diríamos hoy, “todo lo que va, acaba volviendo”.
Lo que me interesaba era si podría haber habido uno episodio olvidado en la historia humana, y empecé a encontrar indicios que me obligaron a analizar un periodo de hace unos 12.000 años, al final de la última glaciación, y mucha de la mitología parecía sugerir que el cataclismo que sucedió entonces volvería a repetirse de algún modo.
Así que descubrí que mi búsqueda no era sólo la del origen de la civilización humana sino la del fin de la civilización humana, y que nuestros ancestros estaban transmitiendo algún tipo de advertencia, tal vez, teniendo en cuenta que la civilización sufriría grandes cambios, que desaparecerían culturas, que se perderían lenguas buscando un sistema universal de comunicación.
A mí me pareció que se fijaron en el cielo porque las estrellas siempre estarían sobre nosotros, siempre han estado sobre nosotros, y si es posible codificar un mensaje utilizando las estructuras cambiantes de las estrellas uno podría esperar que en un futuro lejano alguien sería capaz de entender ese mensaje. Y fue entonces cuando me encontré con la civilización Maya.
Los mayas observaban ávidamente las estrellas y parecían haber heredado un sinfín de conocimientos astronómicos por parte de los olmecas antes que ellos.
Es en los monumentos olmecas donde vemos los primeros indicios de un calendario. Los antiguos mayas refinaron y mejoraron este calendario que, como gran parte del pensamiento antiguo, tiene una naturaleza cíclica, con períodos históricos de 5.000 años que se repiten.
Es un hecho, que el último ciclo del calendario maya empieza en algún momento anterior al 3.000 ac, y que culmina el 21 de diciembre de 2012.
Para los mayas la idea de que lo que existió antes se ha perdido sólo para volver después, tiene todo el sentido del mundo. Es este sentido de un cataclismo cíclico conectado con un renacimiento cíclico lo que me pareció más inquietante y escalofriante de la tradición maya.
Lo que es crucial es la posición de nuestro sol en relación a las estrellas, el día del solsticio de invierno, el 21 de diciembre, y lo que descubrimos es que el sol se eleva sobre el pleno cenro de la Vía Láctea en este tiempo.
Los mayas sabían esto y sabían que la gente sería capaz de observarlo, y nos dicen "éste es un momento muy importante.Considérenlo. Dense cuenta de que viven en una época de cambio, en una época de transición".
La precesión de los equinoccios es el proceso astronómico que subyace en el calendario maya y todos los antiguos sistemas de tiempo cíclico. Tal vez debería comentar algo sobre lo que es la precesión de los equinoccios.
La precesión es fundamentalmente una observación de los cielos, una observación que en ciertas estaciones del año especialmente marcados como los equinoccios y los solsticios, si se observan las estrellas en segundo plano detrás del sol, uno descubre que ese segundo plano va cambiando muy lentamente, y cambia a un ritmo de 1 grado cada 72 años.
La opinión de los principales astrónomos de por qué esto ocurre, aunque es una hipótesis que no se ha probado, es que hay un movimiento circular del eje de la tierra muy similar al de una peonza que ha girado muy rápido pero cuya rotación ha empezado a decaer, y los polos de la peonza empiezan a describir un círculo.
Eso es lo que creen que ocurre con la tierra, y debido a que la tierra es una plataforma de observación desde la que observamos las estrellas, los cambios de orientación de esa plataforma provocan cambios en esas posiciones observadas de las estrellas en el cielo en determinados momentos del año, y debido a que es un movimiento circular pues todo el proceso es cíclico, y de hecho, se desarrolla durante un período de tiempo de 25.920 años.
Ese tiempo nos trae de nuevo a la posición inicial del reloj después de dar toda la vuelta, así que la constelación que se observa detrás del sol hoy por un período de unos 2.000 años, en la que estamos entrando justo ahora es la Era de Acuario, y tendrán que pasar 25.920 años para que esa constelación vuelva a aparecer tras el sol.
Sea cual sea la causa del proceso, el hecho es que la precesión ocurre, y es posible darse cuenta del mismo en el tiempo de una o dos vidas humanas, aunque parece proceder así desde la antigüedad más profunda, y los mayas fueron uno de los vehículos o canales de transmisión de este conocimiento.
Se nos ha transmitido este conocimiento de la precesión de los equinoccios y un conocimiento muy preciso de la velocidad a la que se desarrolla, yo diría que con una precisión a nivel científico, y esto está codificado y expresado en los mitos antiguos de todo el mundo, y muy especialmente en el calendario maya.
Así que si hubo una edad de oro en el pasado, el antiguo sistema de creencias sugiere que un ciclo completo de precesión, un ciclo completo de casi 26.000 años que nos llevaría de nuevo a esa edad de oro.
Los mayas siempre vieron una correspondencia entre cielo y tierra en la que lo que ocurre en la Tierra está conectado con lo que ocurre en los cielos, y en efecto sí, “todo lo que se va, acaba volviendo”, estamos atravesando un gran ciclo temporal. Nos encontramos en un cierto lugar de ese ciclo que en el sistema maya está muy cerca del final de toda una era y el comienzo de la siguiente.
Cuando un pueblo como el maya, que creó un calendario de una complejidad y precisión tan asombrosa, nos dice que un gran cambio va a aocurrir en nuestra época, y que es un cambio del que la humanidad emergerá completamente cambiada, tenemos que tomarlo seriamente.
No podemos rechazarlo como los desvaríos de una cultura tribal primitiva, y hay una tendencia a hacer eso en la sociedad moderna, porque consideramos que todas las culturas anteriores a la nuestra son primitivas. Deberíamos escuchar lo que tienen que decirnos.
Algo que he pensado muchas veces, debido a que los mayas eran tan ávidos observadores de las estrellas y basaban sus observaciones en una tradición que se remontaba a tiempos muy anteriores a ellos mismos, ni siquiera sabemos cuánto, es que supieran algo que nosotros no sabemos.
Cuando los mayas hablan directa y específicamente de un cataclismo final, de una inundación gigante, de una destrucción del mundo tal y como lo conocemos, creo que no deberíamos descartar la posibilidad de que estén hablando de acontecimientos físicos reales, algo que les hizo querer llamar la atención en particular sobre la fecha del 21 de diciembre de 2012.
Nuestro planeta tiene en su núcleo una bola de hierro líquido que tiene un peso y una masa enormes y que también rota en el interior de la Tierra. Es posible que haya algún tipo de interrupción de este giro, quizás debido al magnetismo terrestre, quizás debido al magnetismo solar, que literalmente haría zozobrar la Tierra.
Yo no descartaría esto completamente pues mucho de lo que nos llega del pasado sugiere algo parecido.
El trabajo de John Major Jenkins es muy importante. Ha tenido una gran influencia en mi forma de pensar sobre los mayas y creo que ha hecho descubrimientos muy importantes en la comprensión de lo que los mayas querían transmitirnos, y sobre qué acontecimientos celestiales fueron capaces de predecir hace miles de años que ocurrirían en nuestro tiempo, y sólo en nuestro tiempo.
Los mayas parecen haber sido capaces de hacer esto hace miles de años, predecir en el futuro un tiempo que marca el fin de su calendario cuando el Sol aparece alineado con el mismo centro de la Vía Láctea. Para mí eso es una señal. Ellos sabían que esto iba a ocurrir.
Es fácil interpretar esto como un fin del mundo apocalíptico pero la obra de John Major Jenkins ha sido especialmente útil para mostrar que es fácil hacer otra lectura de ese final. Esta lectura es “Sí”, esta “era” tocará a su fin, todo lo que se ha construido en los últimos 5.000 quedará sin dueño.
No podemos contar con que las cosas se quedarán como están. Pero también esto será un renacimiento, no una simple destrucción. De algún modo tal vez es necesario deshacernos de lo viejo antes de que emerja algo nuevo, más positivo, más esperanzador, un nuevo espíritu que nos guíe durante los próximos 5.000 años.
John Major Jenkins ha mostrado la correlación astronómica de todo esto y ha mostrado cómo el Sol parece emerger del útero cósmico de la vía láctea hablando de un renacimiento.
De esto deduce un mensaje de esperanza que yo comparto con él, que ésta es quizás la mejor manera de interpretar la profecía maya, tal que vivimos en una época en que las cosas nunca volverán a ser las mismas, que nosotros presidiremos ese cambio y que son nuestras decisiones y lo que hagamos con nuestra conciencia, lo que determinará si ese cambio es para bien o para mal.
Podemos aprender de las civilizaciones antiguas, y espero haber aportado algo a la reintroducción de la sabiduría del mundo antiguo en el mundo moderno y haber ayudado a la gente a abrir los ojos y los oídos, y a escuchar lo que nuestros ancestros tenían que decirnos.
Y más recientemente, también al reconocimiento de que también los chamanes de las sociedades cazadoras y recolectoras de todo el mundo, con sus sistemas y técnicas para contactar con la esfera espiritual tienen mucho que enseñarnos.
Yo defiendo una cierta inversión del orden normal de las cosas. No somos nosotros, en nuestro mundo científico y tecnológico, en el que todo está basado en una visión materialista y mecánica del Universo, los que estamos en situación de colocarnos en un plano superior al de las civilizaciones antiguas.
Tal vez no podamos decir que somos mejores o más grandes que un chamán de una pequeña aldea del Amazonas.
Esas civilizaciones antiguas y esos chamanes tribales de hoy, tienen una enorme cantidad de cosas que enseñarnos, y sólo podemos recuperar la mejor parte de nosotros mismos si estamos dispuestos a escuchar lo que tienen que decirnos.
Supongo que eso es lo que yo he intentado hacer, he intentado manifestar que lo que fue antes de nosotros, este conocimiento del mundo espiritual que los chamanes todavía poseen, es lo que realmente importa de nosotros. Escuchémoslo.
A todo mi alrededor veo gente intentando eludir ese bloque monolítico de las religiones establecidas, haciendo sus propios contactos y conexiones con el mundo espiritual.
Veo un renacimiento de la conciencia humana teniendo lugar, y cuando estas cosas ocurren pueden desencadenarse muy rápidamente, así que no he descartado para nada la posibilidad de que todos nosotros veamos los misterios y el significado de la vida de forma muy diferente, muy pronto.
Y esa fecha, el 21 de diciembre de 2012, está fijada en mi mente como una fecha realmente digna de consideración.
La inmensa mayoría de los investigadores que han estudiado la mitología antigua con detalle traen un mensaje de esperanza, aunque también hay una minoría grande de escépticos aferrados a un nihilismo sostenible disfrazado de prudencia racional, pero lo más curioso es que, para el 21 de diciembre de 2012 aún no he conseguido encontrar para esta fecha que nos ocupa ejemplos significativos de la tipica fracción de agoreros apocalípticos aficionados a las cuentas atrás y el sectarismo, aunque supongo que los habrá y que por desgracia tendrán seguidores. Este último dato es un indicio objetivo de que estamos emprendiendo ese camino de la pretendida madurez de la especie humana.
Para la fecha del final del calendario maya hay muchos investigadores ilustrados y también chamanes que vaticinan serios problemas de crisis para la raza humana, el clima y las especies que conviven con nosotros, en particular para las sociedades aferradas al materialismo y al consumo desenfrenado, pero para ellos no hay una fecha crítica sino un periodo de convulsiones críticas de una duración variable imposible de asegurar, pero seguro que no es de un día.
En todos los casos se trata finalmente de un mensaje que requiere de nuestra participación activa para que esta nueva “edad de oro” sea una realidad y no se produzca un auténtico apocalipsis global para el ser humano.
Por favor, disfruten del extraordinario intérprete de las huellas de la sabiduría ancestral que es Graham Hancock sociologo, escritor y uno de los autores de la conjetura conocida como teoría de la correlación de Orión.
Graham Hancock (“Fingerprints of the Gods”)
Hay textos y tradiciones procedentes de los mayas que sugieren que no es sólo el fin de una era del calendario sino el fin de toda una era de la tierra. Que todo lo que se ha construido y acumulado en los últimos 5.000 años, que esto también acabará.
Es muy difícil analizar cualquier sistema mitológico antiguo sin darse cuenta de que pensaban en términos cíclicos, no lineales. Así que literalmente, tal y como diríamos hoy, “todo lo que va, acaba volviendo”.
Lo que me interesaba era si podría haber habido uno episodio olvidado en la historia humana, y empecé a encontrar indicios que me obligaron a analizar un periodo de hace unos 12.000 años, al final de la última glaciación, y mucha de la mitología parecía sugerir que el cataclismo que sucedió entonces volvería a repetirse de algún modo.
Así que descubrí que mi búsqueda no era sólo la del origen de la civilización humana sino la del fin de la civilización humana, y que nuestros ancestros estaban transmitiendo algún tipo de advertencia, tal vez, teniendo en cuenta que la civilización sufriría grandes cambios, que desaparecerían culturas, que se perderían lenguas buscando un sistema universal de comunicación.
A mí me pareció que se fijaron en el cielo porque las estrellas siempre estarían sobre nosotros, siempre han estado sobre nosotros, y si es posible codificar un mensaje utilizando las estructuras cambiantes de las estrellas uno podría esperar que en un futuro lejano alguien sería capaz de entender ese mensaje. Y fue entonces cuando me encontré con la civilización Maya.
Los mayas observaban ávidamente las estrellas y parecían haber heredado un sinfín de conocimientos astronómicos por parte de los olmecas antes que ellos.
Es en los monumentos olmecas donde vemos los primeros indicios de un calendario. Los antiguos mayas refinaron y mejoraron este calendario que, como gran parte del pensamiento antiguo, tiene una naturaleza cíclica, con períodos históricos de 5.000 años que se repiten.
Es un hecho, que el último ciclo del calendario maya empieza en algún momento anterior al 3.000 ac, y que culmina el 21 de diciembre de 2012.
Para los mayas la idea de que lo que existió antes se ha perdido sólo para volver después, tiene todo el sentido del mundo. Es este sentido de un cataclismo cíclico conectado con un renacimiento cíclico lo que me pareció más inquietante y escalofriante de la tradición maya.
Lo que es crucial es la posición de nuestro sol en relación a las estrellas, el día del solsticio de invierno, el 21 de diciembre, y lo que descubrimos es que el sol se eleva sobre el pleno cenro de la Vía Láctea en este tiempo.
Los mayas sabían esto y sabían que la gente sería capaz de observarlo, y nos dicen "éste es un momento muy importante.Considérenlo. Dense cuenta de que viven en una época de cambio, en una época de transición".
La precesión de los equinoccios es el proceso astronómico que subyace en el calendario maya y todos los antiguos sistemas de tiempo cíclico. Tal vez debería comentar algo sobre lo que es la precesión de los equinoccios.
La precesión es fundamentalmente una observación de los cielos, una observación que en ciertas estaciones del año especialmente marcados como los equinoccios y los solsticios, si se observan las estrellas en segundo plano detrás del sol, uno descubre que ese segundo plano va cambiando muy lentamente, y cambia a un ritmo de 1 grado cada 72 años.
La opinión de los principales astrónomos de por qué esto ocurre, aunque es una hipótesis que no se ha probado, es que hay un movimiento circular del eje de la tierra muy similar al de una peonza que ha girado muy rápido pero cuya rotación ha empezado a decaer, y los polos de la peonza empiezan a describir un círculo.
Eso es lo que creen que ocurre con la tierra, y debido a que la tierra es una plataforma de observación desde la que observamos las estrellas, los cambios de orientación de esa plataforma provocan cambios en esas posiciones observadas de las estrellas en el cielo en determinados momentos del año, y debido a que es un movimiento circular pues todo el proceso es cíclico, y de hecho, se desarrolla durante un período de tiempo de 25.920 años.
Ese tiempo nos trae de nuevo a la posición inicial del reloj después de dar toda la vuelta, así que la constelación que se observa detrás del sol hoy por un período de unos 2.000 años, en la que estamos entrando justo ahora es la Era de Acuario, y tendrán que pasar 25.920 años para que esa constelación vuelva a aparecer tras el sol.
Sea cual sea la causa del proceso, el hecho es que la precesión ocurre, y es posible darse cuenta del mismo en el tiempo de una o dos vidas humanas, aunque parece proceder así desde la antigüedad más profunda, y los mayas fueron uno de los vehículos o canales de transmisión de este conocimiento.
Se nos ha transmitido este conocimiento de la precesión de los equinoccios y un conocimiento muy preciso de la velocidad a la que se desarrolla, yo diría que con una precisión a nivel científico, y esto está codificado y expresado en los mitos antiguos de todo el mundo, y muy especialmente en el calendario maya.
Así que si hubo una edad de oro en el pasado, el antiguo sistema de creencias sugiere que un ciclo completo de precesión, un ciclo completo de casi 26.000 años que nos llevaría de nuevo a esa edad de oro.
Los mayas siempre vieron una correspondencia entre cielo y tierra en la que lo que ocurre en la Tierra está conectado con lo que ocurre en los cielos, y en efecto sí, “todo lo que se va, acaba volviendo”, estamos atravesando un gran ciclo temporal. Nos encontramos en un cierto lugar de ese ciclo que en el sistema maya está muy cerca del final de toda una era y el comienzo de la siguiente.
Cuando un pueblo como el maya, que creó un calendario de una complejidad y precisión tan asombrosa, nos dice que un gran cambio va a aocurrir en nuestra época, y que es un cambio del que la humanidad emergerá completamente cambiada, tenemos que tomarlo seriamente.
No podemos rechazarlo como los desvaríos de una cultura tribal primitiva, y hay una tendencia a hacer eso en la sociedad moderna, porque consideramos que todas las culturas anteriores a la nuestra son primitivas. Deberíamos escuchar lo que tienen que decirnos.
Algo que he pensado muchas veces, debido a que los mayas eran tan ávidos observadores de las estrellas y basaban sus observaciones en una tradición que se remontaba a tiempos muy anteriores a ellos mismos, ni siquiera sabemos cuánto, es que supieran algo que nosotros no sabemos.
Cuando los mayas hablan directa y específicamente de un cataclismo final, de una inundación gigante, de una destrucción del mundo tal y como lo conocemos, creo que no deberíamos descartar la posibilidad de que estén hablando de acontecimientos físicos reales, algo que les hizo querer llamar la atención en particular sobre la fecha del 21 de diciembre de 2012.
Nuestro planeta tiene en su núcleo una bola de hierro líquido que tiene un peso y una masa enormes y que también rota en el interior de la Tierra. Es posible que haya algún tipo de interrupción de este giro, quizás debido al magnetismo terrestre, quizás debido al magnetismo solar, que literalmente haría zozobrar la Tierra.
Yo no descartaría esto completamente pues mucho de lo que nos llega del pasado sugiere algo parecido.
El trabajo de John Major Jenkins es muy importante. Ha tenido una gran influencia en mi forma de pensar sobre los mayas y creo que ha hecho descubrimientos muy importantes en la comprensión de lo que los mayas querían transmitirnos, y sobre qué acontecimientos celestiales fueron capaces de predecir hace miles de años que ocurrirían en nuestro tiempo, y sólo en nuestro tiempo.
Los mayas parecen haber sido capaces de hacer esto hace miles de años, predecir en el futuro un tiempo que marca el fin de su calendario cuando el Sol aparece alineado con el mismo centro de la Vía Láctea. Para mí eso es una señal. Ellos sabían que esto iba a ocurrir.
Es fácil interpretar esto como un fin del mundo apocalíptico pero la obra de John Major Jenkins ha sido especialmente útil para mostrar que es fácil hacer otra lectura de ese final. Esta lectura es “Sí”, esta “era” tocará a su fin, todo lo que se ha construido en los últimos 5.000 quedará sin dueño.
No podemos contar con que las cosas se quedarán como están. Pero también esto será un renacimiento, no una simple destrucción. De algún modo tal vez es necesario deshacernos de lo viejo antes de que emerja algo nuevo, más positivo, más esperanzador, un nuevo espíritu que nos guíe durante los próximos 5.000 años.
John Major Jenkins ha mostrado la correlación astronómica de todo esto y ha mostrado cómo el Sol parece emerger del útero cósmico de la vía láctea hablando de un renacimiento.
De esto deduce un mensaje de esperanza que yo comparto con él, que ésta es quizás la mejor manera de interpretar la profecía maya, tal que vivimos en una época en que las cosas nunca volverán a ser las mismas, que nosotros presidiremos ese cambio y que son nuestras decisiones y lo que hagamos con nuestra conciencia, lo que determinará si ese cambio es para bien o para mal.
Podemos aprender de las civilizaciones antiguas, y espero haber aportado algo a la reintroducción de la sabiduría del mundo antiguo en el mundo moderno y haber ayudado a la gente a abrir los ojos y los oídos, y a escuchar lo que nuestros ancestros tenían que decirnos.
Y más recientemente, también al reconocimiento de que también los chamanes de las sociedades cazadoras y recolectoras de todo el mundo, con sus sistemas y técnicas para contactar con la esfera espiritual tienen mucho que enseñarnos.
Yo defiendo una cierta inversión del orden normal de las cosas. No somos nosotros, en nuestro mundo científico y tecnológico, en el que todo está basado en una visión materialista y mecánica del Universo, los que estamos en situación de colocarnos en un plano superior al de las civilizaciones antiguas.
Tal vez no podamos decir que somos mejores o más grandes que un chamán de una pequeña aldea del Amazonas.
Esas civilizaciones antiguas y esos chamanes tribales de hoy, tienen una enorme cantidad de cosas que enseñarnos, y sólo podemos recuperar la mejor parte de nosotros mismos si estamos dispuestos a escuchar lo que tienen que decirnos.
Supongo que eso es lo que yo he intentado hacer, he intentado manifestar que lo que fue antes de nosotros, este conocimiento del mundo espiritual que los chamanes todavía poseen, es lo que realmente importa de nosotros. Escuchémoslo.
A todo mi alrededor veo gente intentando eludir ese bloque monolítico de las religiones establecidas, haciendo sus propios contactos y conexiones con el mundo espiritual.
Veo un renacimiento de la conciencia humana teniendo lugar, y cuando estas cosas ocurren pueden desencadenarse muy rápidamente, así que no he descartado para nada la posibilidad de que todos nosotros veamos los misterios y el significado de la vida de forma muy diferente, muy pronto.
Y esa fecha, el 21 de diciembre de 2012, está fijada en mi mente como una fecha realmente digna de consideración.
No se puede añadir nada más. Suscribo plenamente la cosmovisión que este filósofo y sabio escritor ha expresado de manera muy resumida, pues no sé si habrá expuesto la conciencia de muchos, pero sí la mía. Sencillamente perfecto Graham.
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