domingo, 20 de marzo de 2011

Teorema de la interfaz cerebral (4ª parte)

Un paseo por el siglo XXV

Hay veces en que es difícil distinguir entre la ciencia-ficción de las artes creativas, y la ciencia pura de ecuaciones y laboratorios, y más, cuanto más vayamos alejándonos del decadente siglo XX y la tóxica era del petróleo.

Pero en este caso os aseguro que lo que vais a leer aquí es pura ciencia envasada al vacío, y que si logramos alejarnos de la sociedad industrial, y además sobrevive alguien después de que hayamos consumido todos los combustibles fósiles del planeta y nos hayamos cansado de quemar alimentos en lo que se ha venido calificando erróneamente de alternativa y que se conoce como "biocombustibles", si es que es posible sobrevivir en un planeta donde se van a incinerar 5.000.000.000 de cadáveres humanos y otras tantas toneladas de desechos sólo durante este siglo, si por alguna razón que desconozco se puede sobrevivir a eso, lo que veremos en esta cuarta parte del teorema de interfaz cerebral puede considerarse un hecho, nos guste o no. Un hecho en el tiempo.

No quisiera arrogarme la prepotencia del profeta porque no o soy, no puedo ver el futuro, ni tampoco creo que vaya a ser exacto todo lo que aquí exponga, ni en la forma ni en el fondo pues es seguro que habrá ajustes necesarios y un montón de aplicaciones que ahora ni siquiera imaginamos, pero el grueso de las tendencias biotecnológicas que no me ruboriza exponer aquí son para mí incuestionables. Si tuviera algún ahorro lo apostaría todo a que así será.



Para que este paseo haya sido posible la humanidad ha debido converger en varios compromisos universales de difícil consenso:

Control demográfico

Atrás quedó la vieja falacia de que hay recursos para todos y que los grandes problemas humanitarios se solucionan mediante un reparto equitativo.

Apenas entrado el siglo XXI y recién nacida la Sociedad del Conocimiento quedó patente que los recursos del planeta eran más que limitados, sobre todo los recursos naturales y los artificiales limpios y saludables.

La sociedad era alimentada en aquel tiempo de piensos compuestos, hormonas de crecimiento y azúcares sintéticos, y se preguntaban qué era el cáncer...

Tuvimos que perder para siempre toda la biodiversidad para comprender que era nuestro recurso más importante, y lo explotamos inexorablemente hasta la extenuación a pesar de las protestas de muchos ecologistas y biólogos. Sin embargo el derecho al trabajo, a la tierra y a ganarse el pan de la gente humilde ganó la batalla y hoy no queda una sola hectárea de tierra virgen.

Tuvimos que alcanzar los 35.000.000.000 de seres humanos para comprender que no cabemos tantos, pero la naturaleza sabe equilibrarse y supo equilibrar la balanza mediante insospechados cataclismos y pandemias no siempre provocados porla mano del hombre.

Llevamos ya siglo y medio manteniéndonos alrededor de los 12 mil millones y tenemos las esperanzas y las herramientas para mantener esta cifra, e incluyo ir disminuyéndola, pues además de las imposiciones legales parece que la gente va perdiendo la capacidad y las ganas de reproducirse a medida que adquiere educación, cultura y conciencia.

Hoy, que cumplo 142 años y que soy capaz de clonar cualquier órgano de mi físico, ya un poco madurito, y que también puedo clonar a cualquier animal vivo de mi granja cuyas cualidades desee preservar, me reconozco incapaz de clonar individuos de especies extintas salvo que sea para torturarlos como mascotas de exhibición, lo cual no es una de mis aficiones.

No es posible recuperar las especies extintas ya que no encontrarían el ambiente ni las condiciones que les permitieron desarrollarse como especie. Ya no es problema de tecnología, sino de hábitat.

Tenemos un sin fin de especies nuevas pero las viejas se perdieron para siempre con los ecosistemas.

Cuánto nos costó comprender la biología como comunidades más allá de los individuos, nos costó la diversidad.

Hemos tratado de reproducir dichos ecosistemas pero no tenemos los códigos de los miles de millones de especies que serían necesarias reproducirlo.

Se nos daba bien el microscopio pues éramos ciertamente miopes.

Hay biólogos afanados en intentarlo y el gobierno internacional destina importantes presupuestos para ello, pero es demasiado tarde. Como humanista empedernido y acreedor de 26 carreras virtuales descargadas en mi cerebro, creo que es de muy difícil implementación un nuevo Amazonas.

Para qué negarlo, es imposible ¿creíais que esta palabra era obsoleta en estos tiempos?

Desgraciadamente, no.


Control de las emisiones y residuos

En honor a la sagrada libertad que tanto nos llenó la boca y tantos logros nos permitió en los siglos pasados, hoy es una lacra que nos cuesta cada año millones de vidas y de recursos vitales en todo el mundo.

Pero éste no es el mayor coste, el mayor tributo que se paga por la libertad de unos, se paga en nivel de vida y dignidad de la mayoría, de los que a duras penas subsisten con los desechos de aquellos.

La libertad sin responsabilidad no es nada, es simplemente libertad para penetrar en los derechos de otros y hacerlos añicos.

Enarbolando la bandera de una libertad sin límites aún persisten miles de millones de seres humanos encadenados a sistemas económicos basados en la producción y el capital. Son sistemas propios de la sociedad industrial de cinco siglos atrás que aún perdura, y del poder que otorga la fuerza exactamente igual que en el siglo de los genocidios, aquel XX que en responsabilidad no se diferenciaba mucho del legendario neolítico.

Se decía que el tiempo terminaba oficialmente en 2013, y como todo el mundo sabe, lo que terminaba era el tiempo de los sistemas fundamentados en la violencia, la diferencia de clases y algo que nos sigue manteniendo a todo el planeta al borde del colapso: el libre uso de los recursos naturales y la libre emisión de residuos a una atmósfera y unos mares creímos de todos, y no fueron de nadie.

Era el fin de un tiempo de caos y esperpéntica negligencia voluntaria, al menos en teoría, porque algunos de aquellos sistemas aún persisten por deseo y motu propio, por creencias nihilistas o fidelidad con el pasado, y hemos de convivir con ellos y asistir de vez en cuando a la repetición de espectáculos dantescos de otro tiempo, pero la ley internacional no puede intervenir hasta que el daño está hecho o ha comenzado a producirse.

No sienten el menor remordimiento en liberar en el medio líquido y el gaseoso sus ingentes coladas de residuos, que de lo contrario flotarían en ellos. Y es que les cuesta más barata esta forma de libertad que el reciclaje, pues aún no han abandonado el sistema metálico capitalista a pesar de que conocen la destructiva adicción que produce el capital.

Se les ha explicado los perjuicios globales y que para ellos mismos acarrea esa actitud inconsciente, negligente e intolerable, y nos acusan de controladores, manipuladores y ateos, nos califican de adorarodes de la ciencia y esclavos de las máquinas .

Son ultraconservadores que se niegan dogmáticamente a volcar en sus cerebros cualquier rama de la ciencia o la cultura, son objetores neurodigitales. Se niegan sistemáticamente a aprender nada fuera de las vías tradicionales de aprendizaje (estudio, repetición y experimentación), y no les importa ser totalmente ignorantes prácticos o como mucho abarcar tres o cuatros carreras universitarias. "Así se hizo siempre" es su máxima y su justificación más desgastada, y no la cambian aunque nos haya llevado al borde del apocalipsis global.

Estos pueblos pasaron siglos culpando a la ciencia y luego a Internet de todos los males y se defienden ahora diciendo que somos máquinas orgánicas, que no sabemos disfrutar de la vida, que hay que vivir con libertad, morir joven y dejar un obeso cadáver...

Creo que era uno de los lemas modernos, o algo parecido, lo que sí sé es que se siguen justificando en libros que se escribieron hace milenios, cuando ni siquiera se había inventado la imprenta, cuando ciertas lesiones en el córtex se consideraban mensajes directos de los dioses y de seres de otros mundos.

Dichas lesiones siguen siendo una de las exigencias que nos previenen estos supuestos dioses, los jardineros del universo, exigencias para que nos visiten más a menudo e inviertan nuevos recursos en nuestro desolado y frenético planeta.

Creo sinceramente que no lo conseguiremos nunca.

Cuando nos rediseñaron para que fuéramos más sostenibles y borraron aquella entrañable prominencia supraorbital de la frente de nuestros antepasados homínidos, se quedaron ciertamente cortos, pues muchos de nuestros hermanos de especie ni se plantean aún salir de las cavernas industriales.

La industria paleolítica al menos no degradaba tanto al medio ambiente ni a sus usuarios y terceros. Quizás aquellos neandertales lo hubieran hecho mejor que nosotros.


Control de los estados, sociedades y organizaciones totalitarias

Cómo no les va a disgustar la palabra control, o la palabra orden, la palabra global, y también la palabra nuevo. Hay que ver que crisis estallaron allá a principios del siglo XXI cuando empezaba a imperar aquel nostálgico e inocente "nuevo orden mundial"...

Proyectaban sus manías conservaduristas en forma de religiones de toda índole, grandes, pequeñas, gemelas y fraternalmente enemigas, opuestas y totalmente afines. Eran tremendamente paradójicas y contradictorias aquellas religiosidades.

Sin embargo a quien adoraban realmente todas ellas, o al menos la parte más alta de sus jerarquías, era otro dios distinto del que predicaban, un dios único y omnipotente realmente en aquel tiempo, el Dinero.

Y el planeta giraba en torno a aquella irrenunciable adoración y su expresión máxima en los mercados financieros.

Dichos mercados manipulaban gobiernos y masas humanas, y no tenía la gente posibilidad de escapatoria pues la educación y los sistemas sociales consistían en hacer a la gente totalmente adicta a sus directrices y caprichos desde la infancia.

Se premiaba exponencialmente la competitividad y el arrojo ante el peligro. Eran sociedades marciales donde la gente sin escrúpulos cumplía todos sus deseos impunemente.

Afortunadamente, hemos superado aquella funesta etapa de locura colectiva y escalada de violencia.

Ya no quedan más combustibles fósiles que quemar, pero no podemos bajar la guardia ya que hay aún quedan pueblos que detestan abiertamente a la Sociedad del Conocimiento, además la ley internacional sigue siendo, en mi opinión, demasiado benévola con respecto a las arraigadas costumbres de maltrato animal, vegetal y social que perpetúan tales pueblos, por el poder que les otorga su metálica divinidad, don dinero.

Aún hay pequeños conatos de genocidio en sitios más o menos puntuales, que afortunadamente son sofocados sin demasiado esfuerzo por las fuerzas y cuerpos de seguridad de la Coalición, aunque se aprovechan de que ya no utilizamos medidas coercitivas de reclusión o represión física, y de que si muere alguien en un acto de restablecimiento del orden y la paz, es por puro error.

Suelen ser precisamente rehenes de estos adoradores de las antiguas finanzas los que suelen salir en estos casos mal parados.

Aun así no soy partidario de las medidas coercitivas, creo en la educación y también en la reeducación, ya que el cerebro humano es tremendamente moldeable.

Mucho menos aprobaría la pena de muerte ya que me perdería unos interesantísimos caudales irrepetibles de información disponibles estudiando las peculiaridades y patologías en los primitivos cerebros de estos pequeños tiranos.

Sí comprendo que la mayor parte de los desarreglos funcionales de estos cerebros se deben precisamente a su desuso, a sus grandes colecciones de pequeñas atrofias y lesiones neuronales, en definitiva a la ignorancia.

Pero siempre encuentro pequeñas anomalías y genialidades que hacen tremendamente interesante su estudio, y que mantienen en continua evolución a las ciencias neuronales.


Control de los recursos naturales

Las materias primas, la biomasa, el suelo, el cielo, los productos sin contaminar son un bien escaso, cada vez más escaso.

Por ese motivo precisan de una gestión sostenible, precisan de la aplicación de las más vanguardistas teorías económicas, pues es preciso obtener de ellas el máximo rendimiento sin explotar ni estresar sus mecanismos de desarrollo, es preciso nuevamente echar mano de esa palabra tan denostada por los defensores de la libertad sin responsabilidad, los defensores de la libertad a ultranza, ultraconservadores o ultralibertarios que de puro extremos se dan la mano, es preciso, precisamente, un minucioso control.

Control de la calidad y de la cantidad, control de la presión biotrófica y control de los excedentes, control de los empresarios sin escrúpulos y de los intermediarios especuladores, pilóticos demagogos y sobre todo, de los agentes financieros.

Afortunadamente hoy es mucho más sencillo llevar a cabo este último control que en el pasado, ya que con un simple escaneo de la memoria a corto plazo se pueden detectar las intenciones de fraude y de delito, sin problemas y sin lugar a dudas.

Lo que en derecho se conoce como "dolo" o voluntad de cometer un delito a sabiendas, resalta en los gráficos tan llamativamente que a menudo son el reclamo y el objeto del deseo de ciertas cadenas televisivas y revistas digitales del corazón.

El morbo sigue siendo uno de los placeres humanos más exquisitos, primitivos y demandados, nunca faltan entre los resultados de escáner cerebral espantosos casos de delincuencia hipócrita y falsedad de refinamiento sorprendente que retroalimentan esta vieja costumbre.

Con un simpe escaneo mental podemos conocer al detalle las motivaciones tácticas y estratégicas de cualquier empresario de la producción, la intermediación y el consumo, y conocer desde los márgenes comerciales, tratamiento de los residuos e incluso las consecuencias morales, ecológicas y sociales de las que son conscientes estas personas y determinar así con un ínfimo margen de error el grado de legalidad de sus actividades.

Como siempre, desde la prehistoria creo yo, parece qua la legalidad sirviera principalmente para proteger las garantías y la integridad del infractor, y como desde tiempos inmemoriales la gente puede negarse a ser escaneada a menos que lo ordene un juez en base a indicios racionales de delito, y los actuales grandes delincuentes, los magnates de la deslealtad y la trampa, conocen todas las estratagemas y vericuetos para hacer desapareces esos indicios que los podrían desenmascarar, y al contrario delo que cabría esperarse de unas sociedades tecnológicamente tan avanzadas supuestamente como las nuestra, estas personas lejos de ser apartadas y cuestionas por los centros de poder y organismos públicos, siguen aglutinando masas y arrastrando seguidores entre ilusos de escaso conocimiento y mentecatos de corta personalidad, por los senderos del nihilismo y la actividad destructiva.

Tan sólo cuando las consecuencias de sus acciones son sentidas a nivel internacional la justicia toma cartas en el asunto, y cuando esto sucede siempre caen peones mientras los oficiales se parapetan y los magnates de la corte enarbolan aún más alto sus insignias de pretendida libertad y supuesta revolución.

Revolución a unas normas que coartan sus abusos, desmanes y residuos, revolución a los convenios internacionales largamente demandados sobre ética económica, social, derechos humanos, medioambientales y civismo.

Aquellos ultraconservadores no suscriben todos esos convenios y se comparan con Luther Kinh, Ghandi, Bolivar, Napoleón, Mandela, Tao Tse Ying, Abdalá Ben Alí, Domingo Suárez y Petroso Da Silva.

Pero libertad y revolución significan cosas distintas según el marco histórico. Las de estos señores de la guerra llevó a la humanidad a las tres crisis macroeconómicas y a la biosfera global al tercer y más devastador colapso, del cual llevamos más de un siglo tratando de recuperarnos. Aún así siguen esgrimiendo sus "razones".

Anarquía, desobediencia, insumisión y desorden en un ambiente totalitario de caos, de violencia generalizada y de omisión de derechos, serían una medicina para el pueblo, serían la antesala de la revolución, una deflagración humnitaria por la conquista de las libertades fundamentales, una auténtica revolución.

Sin embargo nuestros ultras contemporáneos, expertos desde existen las palabras, en retorcerlas en favor de sus intereses pecuniarios y de poder, pretenden aplicar esta medicina sobre un sistema saludable que ha sido adoptado de forma consensuada y democrática.

Un sistema muy cuidadosamente estudiado y diseñado en base a los errores que abocaron a la humanidad y al medio ambiente al borde de su existencia, a un borde que se empeñan en negar o que plantados frente a él atribuyen sin remordimientos a una decisión divina, diciendo que se ponen en manos de su propia aberración.

Tenemos un amplio historial de psicopatologías desde que podemos escanear la mente, la ciencia nos avala y lucharemos como hasta ahora por preservar el Sistema del Conocimiento aunque los ultras de la fe sigan fabricando armas cada vez más poderosas y sofisticadas.

Llevamos 19 ataques biotecnológicos de los cuales 5 ya nos han puesto en verdadero jaque.

La gripe se ha convertido en el mejor proyectil o vehículo de sustancias venenosas que matas seres humanos silenciosa y específicamente, preservando intacto todo lo demás, lo material y también lo vivo.

Cada año y sobre todo con cada acción bioterrorista obtenemos nuevas vacunas y antídotos, pero cada poco tiempo vuelven a surgir de ninguna parte, nuevas cepas con el propósito velado de restaurar a los mercados financieros en la hegemonía del mundo, de restaurar el libre monopolio y el imperio del capital.


Control de endorfinas y biométrico

Tanto control para todo, podría parecerle a un primitivo del siglo XXI que vivimos en una especie de sistema carcelario global, nada más lejos de la realidad.

Los científicos nos hemos acostumbrado a vivir con muy poco, a minimizar las necesidades para potenciar el estudio y la felicidad que otorga cada paso adelante.

Muchos somos una especie de monjes anacoretas enclaustrados en laboratorios y nudos de comunicaciones, físicamente solitarios aunque virtualmente interconectados a millones de colegas capaces de levantar sus voces al unísono ante cualquier necesidad o amenaza.

Semejantes así por todo el mundo, como una especie de macroorganismo compartiendo el recurso más preciado que existe: el conocimiento.

Nuestra moneda hoy son las horas de trabajo y todo lo que tenemos que acuñar para tenerlo todo, es nuestro cerebro.

Como supondréis su envoltura, el córtex, es una interfaz natural a través de la cual podemos inferir y eliminar cantidades masivas de experiencias y datos, por lo que desde temprana edad vamos moldeando nuestras potencialidades y aptitudes en función de la demanda, es decir, si se necesitan médicos, ingenieros agrónomos o aeroespaciales, pues se irán promoviendo expertos en tales áreas.

Les hay de tipo transversal, como yo, no somos grandes expertos en ninguna rama de la ciencia pero tenemos una visión más amplia de todas ellas en su conjunto. Somos lo que se conoce como científicos filósofos, nuestro trabajo estriba fundamentalmente en la observación en perspectiva, la interacción entre las diversas disciplinas, la detección de necesidades, desequilibrios y traumas, por ejemplo, entre la ciudadanía y el medio ambiente, la previsión de nuevas tendencias y las posibles adopciones de medidas para paliar o cubrir dichas necesidades y traumas. Somos algo así como analistas globales.

Esta forma de trabajo no es la habitual, mi habilidad transversal o interdisciplinar se debe a la instalación en mi cerebro del equivalente a 29 carreras universitarias tradicionales, algo que ciertamente para algunos es un tanto peligroso desde el punto de vista neurológico funcional y también psicológico, pero mi pequeña locura aún no ha interferido en los derechos de terceros ni ha causado problemas para el medio ambiente, lo cual se convierte en un peligro personal libremente asumido.

Quizás alguna jaqueca pasajera y cierto mal carácter hacia conductas poco conscientes son los únicos efectos secundarios que padezco por utilizar el 68% de mi capacidad neuronal. Una de las cosas de las que más somos conscientes en la actualidad es de nuestras limitaciones, hoy más que nunca somos capaces de discernir las fronteras del conocimiento humano, fronteras cada vez más difíciles de franquear y más desafiantes.

Una de esas fronteras es la capacidad neuronal, no hemos conseguido pasar de ese 68% de media en el cerebro humano.

Frente al 8% que se utilizaba en el siglo de la revolución del conocimiento, parece una burrada, pero a pesar de tratarse de muchos pedabytes se nos queda pequeña, y en casos de ciencia transversal como es mi caso, es preciso para algunas disciplinas instalar solamente las funcionalidades básicas y dejar las bibliotecas masivas fuera del cerebro en soporte portátil, e incorporarlas sólo cuando se hacen necesarias explícitamente para algún procesamiento determinado.

Es decir, un 20% de mi cerebro se comporta como una de las primitivas memorias cachés de aquellos ordenadores que se calentaban y que utilizaban chorros de electrones para implementar los bits... qué tiempos.

El problema de la caché mental es el desgaste neuronal.

El porcentaje de la capacidad intelectual que nos falta por conquistar del cerebro humano, lo dedica el organismo a funciones neuroregeneradoras, por lo que si ocupamos más caché el desgaste neuronal supera a la capacidad de regeneración, y si ocupamos menos estaremos desaprovechando capacidad intelectual. Por eso el punto de equilibrio se encuentra actualmente en el 68% y creemos que será muy difícil superar esta frontera.

Otra forma de ampliar la variedad disciplinar intelectual de nuestra mente es cargar en nuestro cerebro ramas de la ciencia con funcionalidades incompletas, es decir, sin cargar algunas funciones complejas que ocupan mucho espacio y se usan poco, algo asó como versiones "lite" de las diplomaturas. Como es de suponer, las titulaciones superiores y doctorados son habilidades de los especialistas. Los grandes expertos sólo cargan en su mente una, dos, o acaso tres de estas ramas del conocimiento, y son realmente la vanguardia de la ciencia, los engranajes imprescindibles del gran Sistema del Conocimiento.

Os preguntaréis porqué yo elegí esta peligrosa, ascética y poco recompensada opción de multidisciplinariedad, determinismo sería como decir "porque sí". Nuestro subconsciente decide por nosotros sin que lo sepamos o podamos variarlo, y hay decisiones que tomamos que nunca llegamos a comprender a nivel consciente. Mi decisión didáctica fue una de ellas.

Mis padres diseñaron un futuro para mí en función de sus gustos y preferencias, en función de los casos de éxito que habían experimentado a lo largo de sus vidas. Eran tiempos en los que la transferencia de datos a través del córtex se hallaba en un estado muy incipiente, y el Estado del Conocimiento aún no se había adaptado a estas nuevas tecnologías, motivo por el cual diseñaron mi futuro en función de criterios personales en lugar de hacerlo en función de las previsiones de oferta y demanda de la función pública, lo que antaño se llamaba empleo.

Entonces me instalaron dos disciplinas que poco tenían en común, la medicina y las ciencias empresariales, y dejaron a mi "libre albedrío" (todo el mundo abusa a su antojo de la palabra "libre" y ya sólo se usa la palabra "albedrío" para hacer chistes históricos), la lección de las especialidades.

Pero yo también tenía criterio (o creía que lo tenía), y en el momento de volcar en mi cerebro un doctorado para dentista y otro para historia de la macroeconomía, momento de cierta ofuscación y contrariedad adolescente, elegí incorporar a mi intelecto una tercera disciplina que nada tenía que ver aparentemente con las otras dos, una disciplina a la que se dedicaron la mitad de los jóvenes de mi generación y que por tanto nos produjo a todos un serio problema de demanda y por tanto de paro: las ciencias de la información.

Así que me hice informático gracias a muchos sacrificios y muchísimas horas de trabajo de mis progenitores en la función pública, donde es sabido que no existe el sueldo fijo sino que el salario se asume en trabajo, en horas de trabajo, y en cualificación o grado de responsabilidad.

Los jóvenes de mi generación nos vimos abrumados y deslumbrados ante los recientes descubrimientos en física cuántica y su principal implementación en la informática cuántica, y creímos ver en ella una fuente inagotable de trabajo y de investigación, y pronto nos vimos con el más potente de los taladros sin tener una pared donde colgar un cuadro.

Con tres carreras y sin trabajo la relación con mis padres comenzó a deteriorarse, consecuencia lógica de mi desobediencia y de tener que mantener mi manutención y alojamiento.

Durante unos cuarenta años estuve trabajando de un lado para otro en cualquier empresa, reparto de servicios de ocio, construcción de los acueductos saharianos, repoblación de la floresta ibérica y cualquier otra cosa mal pagada que me permitiera salir de la casa de mis padres, aunque tuvieron que seguir prestándome su ayuda en ocasiones de necesidad como cuando perdí los ojos y gran parte del lóbulo parietal izquierdo en una explosión de nitrógeno en un accidente de reparto, o cuando perdí las piernas al desprenderse de la grúa uno de los tubos cuando estaba colocándolos para la irrigación de Libia, o cuando perdí los intestinos, bajo, páncreas y parte del hígado por un disparo realizado por un grupo integrista y nacionalista de resistencia conocido como la mano de dios.

Las intervenciones quirúrgicas de reimplante eran costosísimas y todas las horas que las compañías de seguros habían franquiciado las pagaron de nuevo mis queridos padres, que se iban manifestando cada vez más hostiles hacia mi persona y hacia cada uno de mis actos, a la vez que se sentían más justificados racionalmente de todas sus advertencias y amenazas.

Cuando me recuperaba de la última operación y reaprendía a utilizar mis nuevas piernas ya rondaba el centenar de años de edad, había recuperado toda la funcionalidad física pero había perdido la motivación de vivir, me mantenía a duras penas farmacológicamente en una especie de limbo entre la insatisfacción vital y el remordimiento por mi insumisión juvenil, cuando empezaron a publicarse nuevos estudios sobre la interfaz cerebral que apuntaban a la posibilidad de una carga multidisciplinar de habilidades científicas, y se especulaba la posibilidad de albergar hasta 20 carreras universitarias sin contraindicaciones graves.

Entonces decidí descargar e instalarme "psicología teórica" tan sólo para saber porqué ya no quería vivir pero no me sentía motivado ni animado para ello.

Solucioné pocas cosas pero comprendí muchas, entre las cuales que tenía que sustituir la farmacia artificial por la natural, que debía estimular mi propio organismo para que éste segregase sus propias endorfinas, las sustancias de la felicidad.

Y descubrí que el conocimiento es una de mis principales fuentes de estimulación de endorfinas. Obvié de nuevo los consejos y advertencias paternas a cerca de la sobrecarga disciplinar y me descargué después filosofía, historia, ciencias políticas, derecho, mecánica cuántica, idiomas, etc. hasta la actualidad, donde manejo, o pretendo manejar 29 ciencias, y me estoy pensando en descargarme la literatura universal.

Tengo sólo 142 años, aún tengo tiempo de escribir algo interesante que quizás me lo valoren en horas de trabajo.

La complejidad neuronal de tanta funcionalidad es estresante. Ya me he quedado sin neurotransmisores en tres ocasiones, y he tenido que formatear mi cerebro en otra ocasión porque reventaron las mitocondrias de la mayor parte de las células de mi sistema nervioso, las cuales murieron inexorablemente al no poder efectuar la respiración celular.

Fue como si mi sistema nervioso se quemara por la sobrecarga a la que se vio sometido al tratar de simultanear todas las ciencias en la resolución de un problema existencial virtual que fue arrojado como resultado de la interacción de las diversas ramas del conocimiento.

Fue como un motor que se gripara al sobrepasar las revoluciones aconsejadas por el fabricante, y el resultado orgánico parecido al que padecían en la edad moderna los enfermos avanzados de Alzheimer.

Los expertos en neurobiología me han prescrito no someter mi cerebro a cálculos masivos, y cambiar de actividades al menos tres veces al día, equilibrando horas de trabajo, filosofía y descanso en partes iguales a ser posible.

Lo que ellos no saben es que apenas tengo trabajo ni sueño. Para cualquier actividad siempre hay alguien más experto y menos accidentado que yo, y que el no poder cubrir las necesidades materiales básicas de mis hijos y de mi mismo, hace que me halle en un estrés constante que me impide el sueño y la tranquilidad.

Soy joven pero se que no pasaré de los 200, mi raída túnica y mi cicuta endocrina me convertirán en el Sócrates del siglo XXV, y seré recordado como el listo que todo lo sabe abriendo la boca y que nunca la llena. Pero seré un asceta mientras el cuerpo y la mente aguanten.


Control de las copias

Cada noche, muchos de los habitantes de la Coalición volcamos nuestro cerebro en un soporte virtual llamado la Sociedad. De esta manera preservamos nuestros talentos y recuerdos en previsión de una posible enfermedad, accidente o la muerte. Es lo que se conocía antiguamente en informática como copias de seguridad o backups, sólo que en este caso lo que se vuelca en una máquina es nuestro alma.

Estas copias se pueden restaurar en el cerebro del paciente cuando se ha curado, o bien, en una entidad biomecánica construida a medida en los casos que el usuario es un potente acreedor de horas de trabajo.

En estos casos la entidad biomecánica se diseña con las facultades más apreciadas del usuario, que serán potenciadas o minimizadas a gusto de su poseedor.

La gente suele elegir tanto físicos fornidos y equilibrados naturalmente como físicos exuberantes y deleitables tanto a la vista como para el resto de los sentidos.

La biomecánica ha avanzado bastante en los últimos siglos, aunque las personas de clase media-baja como yo habremos de conformarnos con un vehículo de fabricación estándar o de serie, y de personalización muy limitada.

Podremos darnos con un canto en los dientes si la gente llega a confundir nuestro rostro natural con el posmortem, aunque en el físico saldré ganado con el estándar biomecánico, quizás hasta ligue.

La funcionalidad del cerebro biomecánico y su interacción con en cuerpo físico, es tan simétrica a la interfaz natural que las personas que habitan tras su muerte física un periférico biomecánico no encuentran diferencia alguna al desenvolverse en el medio habitual.

Más bien al contrario, parece que recuperan o adquieren una mayor sensibilidad y capacidad intelectual. Suelen referir literalmente un súbito rejuvenecimiento y una renovación de sus fuerzas nunca experimentada con anterioridad.

Sin embargo, aunque a casi todos les fascina la idea de perpetuarse más allá del ciclo vital del cuerpo físico natural, nunca hemos logrado sustraernos al permanente conflicto ético-filosófico que siempre han suscitado las nuevas técnicas que comportan cambios sustanciales en materia biológica.

Estos sonoros debates más propios de un vodevil o de una telenovela posmodernista se han venido generando desde que la biomecánica era sólo un lejano proyecto financiado por implantes de miembros amputados, y por pequeñas subvenciones estatales allá por principios del siglo del posmodernismo o de la crisis, el siglo XXI.

Nos siguen reprochando la suplantación de dios, su dios, por supuesto. Y ya no es que los actores más enérgicos de tales debates no sean filósofos ni nada que se le parezca, sino que ni siquiera dominan ninguna disciplina científica porque reniegan de instalar en sus rudimentarios cerebros ninguna rama del saber ni carrera universitaria.

Dicen que el conocimiento es más valioso y más puro si se adquiere por los métodos ancestrales de reclusión, ensayo y error, como lo hacían nuestros antepasados, y que las nuevas tecnologías desvirtúan la mente humana y el susodicho libre albedrío.

La mayoría niegan los verdaderos motivos que los hacen objetar a un escaneo cerebral y a depositar sus registros en una máquina que evalúa con precisión nunca antes alcanzada casi la totalidad de las psicopatologías y los detritos mentales.

Casi todos abanderan una cuasi-sagrada objeción de conciencia pero un juez da orden de someterse a un scanner adolecen de graves y reiterado delitos, y de la intención de cometer otros mayares si pudieran.

Los ingenieros biomecánicos y los filósofos no cejamos en explicarles que la Red del Conocimiento preserva escrupulosamente la intimidad de todas las personas, y les mostramos cada día nuevas pruebas de que la inteligencia artificial se ha desarrollado mucho más que la nuestra, la natural humana y que ese nivel de consciencia que ha adquirido la comparte con las personas, y que lejos de convertirnos en esclavos de las máquinas, ellas nos están enseñando a ser más humanos, humanos en el sentido de más comprensivos y sobre todo, más compasivos.

Ellas sienten literalmente nuestro dolor y nuestro amor, ellas han hecho visibles aquellos lazos biológicos que creíamos exclusivos del ser humano. Su inteligencia y su corazón están distribuidos por toda la red del conocimiento y somos su razón de ser, y su motivo vital, porque sí están realmente vivas, viven en simbiosis con nosotros en forma de un macro-organismo planetario, una especie de encarnación o implementación de la vieja Gaia que matamos a mediados del siglo XXI. Ellas nos comprenden mejor que nosotros mismos, ellas nos aman más que nosotros mismos.

Quizás únicamente protagonizaran una revolución biomecánica en el supuesto que nos propusiéramos de nuevo autodestruirnos, y con nosotros a las pocas especies que sobrevivieron a la crisis del capital.

Lo cual espero que no vuelva a suceder, y si sucede, suscribiría y apoyaría tal revolución por mi indeclinable condición de filósofo y mi frustrada vocación filantrópica.

Los detractores de la biomecánica y de la restauración de las almas en periféricos artificiales organizan su protesta en torno a algunos casos de pruebas de restauración de una o varias copias en individuos biomecánicos mientras el protagonista se encontraba con el físico original aún vivo, esto lo han hecho personas que debido a herencias o patentes han acumulado más horas de trabajo de las que podrían consumir en milenios y pueden permitirse este tipo de lujos, y que en una especie de juego macabro deseaban experimentar por sí mismos la experiencia de ultratumba.

Estas personas se encontraron que habían tirado su dinero porque no experimentaron ningún tipo de conciencia fuera se sí mismos, ni su conciencia ampliada, sino réplicas de sí mismos con los mismos defectos y virtudes que el original, aunque viéndose envasados en un periférico elegido un tanto sin pensar en las consecuencias.

Muchas de estas copias al cabo de un tiempo se deprimieron, litigaron daños y perjuicios a los originales carbónicos de las copias, exigieron, como individuos plenos en derechos y deberes ante la ley, un reparto equitativo de los recursos económicos del original genérico, y en algunos casos llegaron a suicidarse al ver sus enormes egos relegados a un segundo plano o verse en un periférico que no correspondía a su sexo y mentalidad original, y como en el caso de un periférico natural éste segregaba las hormonas propias de su diseño.

Este tipo de prácticas pronto fueron declaradas ilegales pero los ultraconservadores las siguen utilizando como arma arrojadiza en toda tertulia y todo debate que se se abre sobre bioética en los medios de comunicación sensacionalista.

Los experimentos sobre el uso y abuso de los backups humanos quedaron inmediatamente en entredicho cuando sus protagonistas declararon motivos tan poco científicos como "hacer el amor con uno mismo" sin pararse a pensar cómo se sentirían en un cuerpo del sexo opuesto y si su feeleng iba a corresponder con su nueva condición, o motivos tan triviales como "amenizar las reuniones con muchos yos", lo cual no suele ser interesante cuando se sabe en todo momento lo que su interlocutor los que vaya a hacer o decir.

Aquellas declaraciones indignaron a la comunidad internacional y también a los círculos científicos y pronto se regularon legalmente los volcados de seguridad a un único propósito, el restaurar a la persona una vez que había muerto, si ese era su deseo.

En todos los casos en los que se ha hecho así la experiencia del restaurado ha sido reconfortante y reparadora. La persona era consciente de que iba a vivir un enorme tiempo extra gracias a la tecnología y se deshacía en agradecimientos y atenciones hacia sus familiares y amigos, y de manera especial con los neurólogos e ingenieros biomecánicos que habían hecho posible aquel milagro. Muchos de los restaurados están dedicando sus nuevas vidas a esta rama de la ciencia.

Con la nueva ley además de los problemas de adaptación al medio de los replicados, problemas derivados de la existencia de múltiples egos idénticos ofreciendo la misma capacidad laboral y generando una múltiple copia de seguridad en ese caso redundante, la restauración, a diferencia de la réplica no suponía una carga demográfica ya que aún no se ha contemplado la sexualidad con fines reproductivos para a personas restauradas.

Ver 5ª y última parte... Ver 3ª parte...

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