
Todas estas actividades y otros muchas infinitamente más complicadas se podrán hacer antes de lo que pensamos. Acaba de nacer una disciplina que fusiona las neurociencias y las tecnologías cibernéticas en un proyecto que podríamos calificar de sexual por las prolíficas perspectivas que presenta: la interfaz cerebral.
Lejos de las falacias que el género de la ciencia ficción nos tiene acostumbrados, sobre todo cuando se expresa a través del oneroso tálamo del celuloide, el estudio del córtex cerebral como nueva interfaz entre el ser humano y la máquina no es una lejana quimera ni otra nueva rueda de molino con la que Bill Gates pretenda hacernos comulgar a casi todos, sino una realidad que ya está a la vuelta de la esquina.
Permitidme una pequeña estimación del momento en que tendremos al alcance (de muchos o de acaso unos pocos privilegiados) este tipo de habilidades

Por otro lado, si aplicamos dicha progresión cuadrática a palabras muy grandes como los cromosomas de una especie, cuyos bits (los genes) se escriben con un código quinquenario (podemos exponenciar a 5 la variable de la progresión) como es el código genético: adenina, timina, citoxina, guanina y uracilo, y prolongamos la progresión hasta palabras de, por ejemplo, los 3.000.000.000 de pares de estas bases o genes que constituyen el genoma humano, y proporcionamos a toda la progresión según los tiempos que emplearon los laboratorios del mundo en inédita colaboración para su descodificación (proyecto genoma), podremos obtener una aproximación del tiempo que ha de transcurrir todavía para la decodificación del cerebro humano.

Y sería un derecho de todos, a menos que como cabe desgraciadamente esperar, las bases de datos cayeran en manos de la SGAE, cosa que dudo fundadamente, porque casi todos los sabios y sabias que conozco no pondrían reparos en volcar su conocimiento en la gran base de datos humana, y con más motivo si con esos datos quedaran registradas también sus conciencias.

Tenemos conciencia de de unos 80 años, el tiempo que dura aproximadamente una visa que no es cercenada de manera violenta o por contaminación, y no somos capaces de comprender más allá de ese tiempo porque son muchos millones años de percepción acotada en esas coordenadas temporales, sin embargo la arqueología nos demuestra que apenas hemos cambiado en un millón de años.

Hablando de Libia, a nadie parece importarle lo más mínimo el terrible genocidio que se está produciendo, y a todos les parece un país muy lejano porque tienen otra bandera y otra lengua, pero la realidad es que Mallorca está más cerca de Libia de lo que está de Finisterre.
Y así somos, esclavos de falsas percepciones por más que la ciencia arroje datos. Es más creíble Ana Botella calificando el cielo de Madrid como el más limpio de toda su historia. Dada su posición y refinamiento llena auditorios y preside ponencias en universidades de todo el mundo.
La revolución industrial fue ayer aunque las fotos en blanco y negro nos parezcan muy lejanas. El éxodo bíblico según los testimonios arqueológicos se produjo unos 800 años antes de lo que se supone y sin embargo sigue siendo ayer, aunque algunos teólogos proponen la fecha de la creación del mundo un poco antes de aquellos hechos.

Así es nuestra percepción de escasa y escabrosa, sin embargo la ciencia, la auténtica ciencia, esa que nace de nuestra genuina creatividad más que de los laboratorios, rompe esas barreras de la percepción espacio-temporal para todo aquel que desea con una mínima constancia, asomarse a las puertas del conocimiento, que se guarda hoy, al contrario que el de chamanes, druidas y sufíes, sin cerrojos ni llaves.
A través de la minería de datos y un discreto hilo conductor hecho de positivismo y arrogancia en proporciones iguales, podemos asomarnos tanto a las escenas del pasado más remoto con todo lujo de detalles, como proyectar hacia el futuro nuestras ecuaciones y encontrar estimaciones con márgenes de error muy pequeños que van desde la posición de cuerpos astronómicos tremendamente distantes hasta el cálculo del mismo techo de la humanidad y su colapso (a la vuelta de la esquina también).

Encontrar las implicaciones de hacer cambios sobre cierto área u otro, y las supuestamente infinitas combinaciones posibles, nos llevara uno o dos siglos más. Pero como dije antes, esto no es nada, un pequeño crucigrama si no nos matamos antes.
Posibilidades infinitas

Espero saber explicar lo más llanamente posible lo poco que sé sobre la interfaz cerebral, para compartirlo con todo aquel que sienta interés sobre este tema, sea o no conocedor de las jergas tecnológica y biomecánica que de aquí en adelante puede que hagan el amor hasta engendrarle una hermana a la sorprendente y solitaria princesa neurocientífica: la bioinformática.

¿Os imagináis estar viendo un escáner en tiempo real del cerebro de un político mientras habla? ¿y el de un banquero? ¿poder ver cómo un despiadado empresario oculta información valiosa? ¿poder ver los tejidos cerebrales muertos de aquellos que alardean de poseer la verdad? ¿poder ver las carencias neuronales que determinan la naturaleza psicópata de éste broker o aquel agente de la ley?
Para cualquier molino este tipo de avances será una invasión al derecho a la privacidad, para otros será la salvaguarda de otros derechos mucho más fundamentales.

Ese es el núcleo de este teorema, será posible la vida eterna gracias a la tecnología mucho antes de lo que pensamos. Atrás quedará como patética caricatura aquella imagen de ciborgs superestúpidos diseñados para la guerra que someten al ser humano bajo sangre y fuego y devastan todo este planeta y cualquier otro que caiga en sus torpes actuadores inspirados en los robots de fabricación en serie. Esta imagen ha confundido los primeros prototipos de automatismos con inteligencia artificial con fundamentalistas religiosos dirigidos la cabra de la legión.
Perdón, dije que nada de molinos ni de gigantes.
Ver 2ª parte...
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